
México no puede quedarse atrás, debe ser ejemplo de un sistema aduanero integral. Especialmente cuando el 84 % de nuestras exportaciones y más del 46% de nuestras importaciones tienen como destino u origen Estados Unidos, un país cuya exigencia en estándares de seguridad logística es cada vez mayor. Aquí es donde programas como el OEA, el C-TPAT y el BASC se convierten en claves estratégicas, no solo para el comercio seguro, sino para la competitividad nacional de toda nuestra cadena logística.
El Operador Económico Autorizado (OEA) es un programa voluntario del SAT que reconoce a las empresas con alto cumplimiento aduanero, trazabilidad y controles internos sólidos, otorgándoles beneficios como menos inspecciones y mayor confianza internacional. Su equivalente en Estados Unidos, el C-TPAT, surgido tras los ataques del 11-S, opera bajo los mismos principios, y ambos están alineados mediante acuerdos de reconocimiento mutuo.
Sin embargo, en México el OEA tiene el mismo problema que en todo el mundo, sigue siendo un instrumento reservado principalmente para las grandes empresas. Las pymes (que representan más del 90% de los actores logísticos) enfrentan barreras de entrada: desconocimiento, falta de recursos, ausencia de cultura preventiva y temor a auditorías. Esta realidad limita el alcance del programa y, lo que es peor, debilita el blindaje colectivo del sistema aduanero nacional.
En este escenario, el agente aduanal mexicano tiene un rol estratégico que va más allá del despacho. Su conocimiento técnico, cercanía con el cliente y experiencia operativa lo convierten en un catalizador ideal para promover el cumplimiento, la integridad y la certificación. Por lo que se deben fortalecer los lazos con el SAT, que sigue siendo un actor importante en el comercio exterior mexicano, específicamente con la Administración General de Auditoría de Comercio Exterior, que lidera Erick Jiménez Reyes, y de quien depende la certificación OEA.
Muchos agentes aduanales ya están familiarizados con los requerimientos del OEA; y en frontera con los del C-TPAT. Por lo que apoyar a sus clientes, especialmente a las pymes, a mapear riesgos, documentar procesos, establecer controles de seguridad e incluso orientarlos para certificarse en programas como BASC, que pueden funcionar como una antesala natural al OEA. De hecho, la certificación BASC incluye auditorías anuales, gestión de riesgos, formación ética y trazabilidad operativa, lo que prepara a las empresas para estándares más exigentes.
El modelo BASC, desarrollado en colaboración con la CBP de Estados Unidos, se ha consolidado como una herramienta práctica, accesible y complementaria al OEA, especialmente útil para preparar a las pymes mediante auditorías anuales y una cultura de cumplimiento. En Perú y Colombia funciona como plataforma de capacitación continua, y en México ya son más de 100 empresas, junto con recintos fiscalizados y operadores logísticos, las que lo integran a su estrategia.
Como advirtió Naím en su obra Ilícito, “los grandes riesgos ya no vienen de mafias visibles, sino de micro-ilícitos dispersos”, que aprovechan zonas grises, plataformas digitales y la fragilidad de los controles. Por eso, la seguridad no puede depender solo del Estado: debe estar en el ADN de cada actor del comercio.
El agente aduanal, con su posición entre empresa y autoridad, puede y debe liderar la transición hacia esa cultura preventiva. Puede formar, asesorar y vincular. Puede motivar a su comunidad logística a subirse al tren de la certificación, no como obligación, sino como un acto de conciencia, expandiendo los beneficios para todos los participantes de la cadena.
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