Emprender es una carrera de resiliencia y estructura

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Emprender no es para todas las personas. Es la frase en la que pienso cada vez que me preguntan cómo voy con Noubi , mi propia firma de consultoría que empezó operaciones hace prácticamente un año.
En estas conversaciones hay quienes te dicen, “pero qué padre ser tu propia jefa”. Sí, suena glamuroso, libre y cómodo. Lo que no es evidente es todo el esfuerzo que se requiere para echar a andar un negocio, sobre todo cuando –muchas veces– parece que tienes todos los factores en contra. Empecemos con el –bendito– SAT (Sistema de Administración Tributaria). Es el “coco” que asusta a la mayoría de las personas adultas. ¡Toda una tortura! No me saquen de contexto, estoy 100% convencida de que operar en la formalidad es lo correcto. Sin embargo, el sistema es de lo más complejo y está lleno de trabas. Desde que tramitas el Registro Federal de Contribuyentes de la empresa y las personas funcionarias te regresan varias veces por “errores” en tu documentación hasta los detalles abrumadores que debes dominar para llevar tu contabilidad mes a mes. Lees y te asesoras dentro del marco de la Ley con tal de que Hacienda no se lleve más de lo necesario, porque siendo sincera es “el socio más improductivo de la sociedad”. Después, hay que aprender a vivir con los tiempos de pago de tu cliente. Para quienes les vendemos a otras empresas, es frecuente enfrentar plazos de 30, 60 y hasta muchos más días. Cuando eres un negocio chiquito, no te queda más que apechugar. Y claro, una línea de crédito tipo pyme te quedaría de lujo para superar la falta de liquidez, pero imposible conseguirla sin historial crediticio de tu negocio. Todo un “sueño guajiro” antes de dos años de operación. Por último, una de las lecciones que aprendí rapidito es que la única manera de sobrevivir con un negocio propio es si dominas el arte de surfear la incertidumbre. Lo único que tienes seguro es que hay pocas formas de planear y garantizar resultados. Puedes controlar el esfuerzo propio, como darte a conocer, promoverte entre tus contactos cercanos y hacer tu trabajo con la mejor calidad posible. No obstante, hay muchos elementos que están fuera de tu poder. Recibes muchísimos “No” y te dejan “en visto” más de lo que una quisiera. Y ahí toca darte una sobadita y seguir vendiendo como campeona hasta aterrizar algo bueno. Así que sí, es padrísimo ser mi propia jefa, pero no se lo recomendaría a cualquiera. Y veo con gran admiración a quienes han emprendido con éxito y han consolidado y acrecentado sus negocios. Esta columna no pretende ser una crónica de lamentos. Esta etapa profesional me tiene de lo más motivada. Estoy convencida de que mi consultoría puede crecer mucho: hay demanda por los servicios y tenemos planes para su expansión.
A pesar de ello, reconozco los desafíos y sé que los puedo sortear gracias a todas las lecciones que me llevé como empleada. Trabajar de la mano con pares y superiores me dio estructura y me enseñó a encauzar mi entusiasmo y creatividad. En este Día Mundial del Emprendimiento, les sugiero que valoren sus días como personas empleadas. Si su sueño es poner su propio negocio, inviertan algunos años para absorber tips invaluables sobre construir redes profesionales, organizar su tiempo, planear de forma efectiva, manejar equipos y gestionar crisis de diferentes tipos, entre otros. Todo eso lo usarán en esteroides cuando hagan su sueño realidad. ____ Nota del editor: Fátima Masse es Economista especializada en temas sociales. Síguela en Twitter como @Fatima_Masse. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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