Morena ¿Convención o Congreso? –

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Durante las últimas semanas morena regresó a la polémica en los medios de difusión, la razón fue nuevamente el proceso de selección de las candidaturas a las gubernaturas que se disputaran este 2022. De nueva cuenta la interpretación de las encuestas, la asignación del género para competir en cada uno de los estados y el malestar de los consejos estatales fueron las notas más recurrentes.

La juventud del partido en el gobierno podría hacer pensar que las decisiones siempre se han tomado de la misma forma, por ello conviene dar contexto para comprender mejor las contradicciones que morena enfrenta y que definitivamente afecta no sólo a quienes militamos en ese partido sino a la sociedad en su conjunto. Quienes resultan postuladas o postulados y eventualmente ganadoras, no gobiernan únicamente para la militancia de su partido y por ello los mecanismos institucionales de toma de decisión son un tema de interés público.

El marco estatutario de morena plantea que es el asambleísmo la forma de decisión fundamental, lo mismo para los encargos ejecutivos o legislativos en todos sus niveles y las encuestas en todo caso sirven como una herramienta orientadora en el supuesto que no haya consenso entra las ternas que se generarían en las asambleas.

Después del impasse que generó la ausencia del presidente López Obrador en su partido, la mayoría de los liderazgos han apelado más a la imposición que al retorno a la vida institucional, que no es otra cosa que dar cauce a la compleja pero satisfactoria toma de decisiones colectivas. Ante la participación de AMLO en morena se ha dado paso a la rumorología, a quienes se asumen interpretes y hasta a verdaderos charlatanes que aseguran que el presidente les encarga personalmente temas de partido.

Y en esa ausencia de espacios donde se pueda dialogar han surgido distintas iniciativas, la mayoría con buenas intenciones, pero que en gran medida emulan las actitudes que se solían criticar implementándolas en su actuar cotidiano, lo que poco a poco genera un proceso de atomización de las fuerzas progresistas, un fenómeno que ya hemos atestiguado en América Latina con consecuencias catastróficas para el movimiento progresista.

Ante la imposibilidad de la renovación de los órganos de morena por sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y al mismo tiempo ante el cuestionamiento al actuar del comité nacional, militantes de todo el país se organizaron para hacer escuchar su voz en el Consejo Nacional de morena y ante cerrazón en ese mismo espacio, optaron por iniciar una ruta rumbo a la celebración de un Congreso Nacional para como en otro momento corregir el rumbo y de ser necesario renovar a través de esa vía a su dirigencia.

Ese proceso puso en la escena pública la confluencia de personajes que compartían la agenda del retorno a la institucionalidad, algunos con conocida trayectoria en la militancia y dirigencia como el caso de la secretaria de organización del CEN Xóchitl Zagal y algunos intelectuales que, sin necesariamente ser militantes, tienen un comprobado compromiso con el proyecto de la cuarta transformación. Sin embargo, en recientes fechas una diferencia que no es de forma ha separado a estas posiciones. La ruta hacia un congreso nacional con resolutivos estatutarios y legales ha tomado un rumbo hacia una “convención nacional” que es más un espacio de carácter simbólico y que si bien puede aportar en el marco de las ideas, seguiría siendo de sólo simbólico, pero con una característica adicional, una polarización mayor de las fuerzas internas del partido en el poder donde cualquier discrepancia es motivo de ataques por quienes se asumen ser desde otra narrativa como poseedores de una verdad absoluta.

El llamado a la convención ha generado la suma de personajes que a nivel local respaldan al actual presidente del CEN, Mario Delgado, pero al mismo tiempo a nivel nacional despotrican en su contra. Ha generado la suma de personajes cercanos a la corriente de apoyo al senador Monreal y al mismo tiempo el desconocimiento de militantes fundadores como Pedro Miguel o Rafael Barajas “El fisgón”.

Mientras estas disputas discursivas son asunto de todos los días el trabajo territorial del movimiento que llevó a AMLO al poder es prácticamente nulo, tal como ha sucedido en experiencias amargas de otros gobiernos de izquierda de nuestro continente. Mucho activismo de redes, muchos formularios de Google y pocas visitas domiciliarias para ayudar al presidente que todos los días dicen defender en Twitter. Ante la disyuntiva de una convención o un congreso, quizá lo mejor sería una brigada a nivel nacional que amplifique el alcance de las conferencias del ejecutivo que está haciendo un esfuerzo sobre humano en medio de una brutal disputa de sus auto nombrados intérpretes.

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