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Gobernanza emocional, el nuevo activo de la reputación empresarial

Un camino similar tomó Walmart México . En un contexto de crisis e incertidumbre, decidió fortalecer las habilidades emocionales de sus líderes. Implementó entrenamientos en inteligencia emocional y desarrolló espacios de contención emocional para sus equipos. Como resultado, logró mantener la cohesión en entornos complejos y reforzar su reputación como empresa resiliente, humana y confiable. Esta estrategia fue destacada en el ESG Forum México 2025, donde se discutió cómo el liderazgo emocional y la innovación social son hoy factores clave de diferenciación reputacional.

Estos casos reflejan una tendencia más profunda. En 2025, el liderazgo emocionalmente competente no es un valor agregado: es un estándar esperado. Lo confirman estudios como el de Corporate Excellence – Centre for Reputation Leadership, que en su informe anual advierte que la reputación de una organización está cada vez más vinculada a la integridad emocional de sus líderes. Los stakeholders ya no solo evalúan resultados. Evalúan cómo se comportan —y cómo se sienten— quienes toman decisiones.

La gobernanza emocional es precisamente eso: la capacidad del liderazgo para ejercer autoridad sin generar tensión innecesaria. Para sostener conversaciones difíciles sin que el miedo o la rigidez sean el tono dominante. Para tomar decisiones estratégicas sin perder la conexión humana. En un entorno donde todo se percibe —los silencios, los gestos, los correos sin contexto—, ya no basta con hacer lo correcto. Importa, y mucho, cómo se siente trabajar contigo.

Un estudio publicado en Reincisol ( 2024 ) demuestra que los líderes con alta inteligencia emocional generan más compromiso, menor rotación y climas organizacionales más saludables. De hecho, existe una correlación directa entre el nivel de inteligencia emocional del líder y la percepción de legitimidad y estabilidad que se proyecta hacia dentro y fuera de la organización.

La evidencia apunta a algo que muchos equipos ya sienten, aunque no siempre puedan nombrar: un liderazgo emocionalmente incoherente genera ruido. Desconcierta. Desconecta. Hace que las personas duden, se retraigan, se protejan. Ese tipo de liderazgo puede afectar más la reputación que una campaña de marketing fallida. Por el contrario, un liderazgo que transmite estabilidad emocional —sin volverse blando o complaciente— genera seguridad, claridad y conexión. Y la seguridad emocional, en tiempos de volatilidad, es sinónimo de reputación sostenible.

La buena noticia es que ejercer gobernanza emocional no requiere una transformación dramática ni presupuestos elevados. Lo que sí requiere es intención, conciencia y entrenamiento. A lo largo de mi trabajo como coach ejecutivo, he visto cómo pequeños cambios sostenidos pueden redefinir la manera en que un líder es percibido.

1. Comienza reuniones preguntando cómo llega el equipo. No es pérdida de tiempo. Es una forma de aterrizar emocionalmente y generar presencia real. Cuando alguien se siente visto, su nivel de participación cambia.

2. Haz pausas antes de responder en situaciones de tensión. Tomarte cinco segundos para respirar antes de reaccionar puede evitar que una conversación técnica se convierta en un conflicto innecesario.

3. Observa tu lenguaje no verbal. Postura, tono de voz, velocidad al hablar: todo transmite. Pide retroalimentación emocional a alguien de confianza. Pregunta cómo te perciben en momentos de presión. Es una práctica de liderazgo invisible, pero poderosa.

4. Habla de emociones con precisión. Poder decir “esto me frustra” o “esto me preocupa” sin dramatismo ni rigidez muestra madurez emocional. Nombrar lo que sentimos no nos debilita. Nos vuelve más coherentes.

5. Capacita a tus líderes en inteligencia emocional. La NOM-035 fue el punto de partida, pero muchas organizaciones han ido más allá: combinan entrenamientos en regulación emocional, gestión de conflicto y escucha activa como parte de sus programas de desarrollo directivo.

6. Dedica tiempo mensual a reflexionar sobre tus propios patrones emocionales. ¿Qué emociones repites más a menudo? ¿Desde qué lugar tomas decisiones cuando estás bajo presión? Hacerte estas preguntas no solo mejora tu autoconocimiento. Mejora tu liderazgo.



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