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La loca idea de hacer zapatos formales en un mundo obsesionado con los sneakers

El principal enemigo tiene nombre y origen: calzado chino. Más barato, más inmediato y con un dominio casi absoluto en los catálogos de las plataformas digitales. La invasión ha sido tan contundente que hasta fábricas históricas como Flexi han cerrado plantas. La más reciente, en junio del año pasado, fue un golpe simbólico y práctico para el ecosistema de proveeduría local.

MITU no fue inmune. Tras crecer 100% en 2020 con el boom del comercio electrónico, la marca enfrentó su primer freno en 2023. “Fue un año complejo. Bajaron las ventas, subieron los costos, y tuvimos que repensar todo”, dice Gámez. La respuesta fue drástica: menos volumen, más foco. Producción limitada, colecciones más exclusivas, menos dependencia de insumos extranjeros.

Uno de los grandes aciertos fue fortalecer su red de proveedores locales. Salvo un proveedor de piel en Chile, todo el material proviene de León. “Con los aranceles que entraron en vigor en diciembre del año pasado, esto nos salvó de un golpe en precios”, explica Gámez. El gobierno mexicano impuso cuotas de hasta 35% a las importaciones de calzado desde China, en un intento por nivelar el terreno para los productores nacionales.

Ajustar la oferta a la comodidad

Pero MITU no solo ajustó costos. También entendió hacia dónde se movía el consumidor: a la comodidad. Adaptaron sus diseños, ampliaron la horma, suavizaron suelas, incorporaron pieles metálicas y colores vivos que rompen con la rigidez del calzado tradicional.

Este fenómeno no es aislado. En ciudades como Nueva York o Barcelona, marcas independientes como Morjas, Baudoin & Lange o Koio también están reconfigurando el zapato formal para una nueva generación: menos orientado a la etiqueta y más al bienestar diario.

“Competimos con la comodidad de un tenis, pero sin perder la estética de un zapato bien hecho”, afirma la fundadora de MITU. En México, el movimiento apenas comienza, pero apunta en la misma dirección.

Así, la marca ha encontrado un público específico: personas que van a la oficina, pero no quieren sufrir con tacones estrechos; mujeres que buscan piezas duraderas, con diseño y un poco de personalidad. “Diseñamos pensando en el día a día, no en la pasarela”, resume Gámez.

El resultado es una operación compacta pero sólida. MITU produce 300 pares de zapatos a la semana, con precios que van de los 899 a los 1,499 pesos. No son de lujo, pero tampoco compiten por precio. Son piezas con historia y propósito: ofrecer algo distinto a la masificación de los sneakers y a la lógica de lo desechable.

Actualmente, la marca opera tres tiendas propias: una en la colonia Roma, otra en Coyoacán y una más en León. El siguiente paso es crecer mediante un modelo de franquicias. Pero no será una expansión apresurada sino que se van a elegir las nuevas ubicaciones con base en la demanda real, lo que nos dice nuestra base de datos.



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