
Pues bien, antes de seguir hablando de mi neuroatipicidad, cosa que a ustedes, ya viejos amigos y venerados lectores, les debe importar un comino, aclaro los dos asuntos públicos que, a pesar de mi déficit de atención, no la sueltan: la justicia energética y la Reforma judicial. La última ha causado mucha polémica mientras que la primera es un tema poco conocido, y varios que sí lo conocen, poco lo entienden. Más aún, ambas guardan una relación estrecha. Es decir, que por fin haya justicia energética en México, depende en parte de que haya un sistema robusto de impartición de justicia.
Lo que sabemos de la reforma judicial. Este 1 de junio, es decir, en cuestión de días, elegiremos por primera vez en la historia y en el mundo, a los integrantes del Poder Judicial federal. El tema se ha comentado hasta el hastío, en sinfín de foros y espacios: desde el Instituto de Investigaciones Jurídicas hasta el León de Oro. Esta elección es la antesala del éxodo de jueces, magistrados y ministros, quienes se van, según dicen, por ser elitistas, dispendiosos y corruptos. Sea como fuere, quién sabe qué cabezas y corazones habrán de encargarse de la impartición de justicia.
Y si de justicia hablamos, vamos ahora con la energética, tan penosamente incomprendida. La mayoría ni saben que existe el concepto; entre quienes sí lo conocen, hay diversidad de interpretaciones sobre su significado y alcance. So pena de simplismo, lo explico a continuación. En México, la justicia energética como objetivo de política pública busca una distribución equitativa de energéticos limpios, modernos, confiables y accesibles. Todo mundo debe disfrutar la energía sin perjuicio de su condición, vulnerabilidad y/o desventaja. También, ésta procura la inclusión, particularmente de las comunidades indígenas, en las cadenas productivas de energía, de los proyectos locales, whatever that means.
Vamos, ahora, a unir la sustitución judicial con la justicia energética. La última política pública trata, principalmente, de que todo usuario final, ya sea de electricidad o de hidrocarburos, disfrute de los energéticos que necesita para una vida plena. En México sabemos que el consumidor de última milla es cautivo de CFE y Pemex, los cuales son los niños de los ojos de este gobierno. Si fallan aún, es por razones ancestrales y no por yerros de administraciones morenistas.
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