Nosotros ya no somos los mismos

▲ ¿Qué pensaría usted si le demostraran que en nuestro planeta hay pequeños grupos de personas que cumplen debidamente con la obligación del pago, en tiempo, de sus impuestos? La imagen, en las oficinas del SAT en avenida Hidalgo.Foto Cristina Rodríguez
¿Q
ué pensaría usted si le demostraran que en nuestro planeta hay pequeños grupos de personas que cumplen debidamente con la obligación del pago, en tiempo, de sus impuestos? Pienso que esto le causaría tan interna impresión que, si en ese momento usted no hubiera atendido ese deber ciudadano y tuviera las condiciones para hacerlo, se apresuraría a ponerse a mano con el fisco (o no). Su verdadero extrañamiento y vitriólica reacción vendrían después, cuando se enterara de que los ciudadanos que perciben utilidades estratosféricas por sus muy diversas ocupaciones, pagan de impuestos cantidades irrisorias, frente a las que usted y otros muchos ciudadanos erogamos, en razón de nuestras moderadas o aun, rotundas utilidades.
Platiquemos al respecto: vivimos en el planeta 8 231 623 070 millones de terrícolas (si hay de otros mundos, nadie ha tenido la atención de introducirme con él, la o le). Esta cantidad fue registrada el pasado sábado 3 a mediodía. Perdonen si mi dato sobre la población mundial, para el domingo 4 ya es diferente, y no se diga sobre lo que piense la multitud judía, que la estará leyendo el lunes 5. Recuerden que las creencias de esta comunidad consideran que hay un día a la semana destinado al descanso y a la honra impostergable del Señor, Jehová. Sobre cuál es para cada quién el día dedicado al Señor y al descanso, yo jamás me atreveré a opinar, so pena de perder inmejorables amigos, de un lado, de otro, o de los dos.
De estas inmensas multitudes que pueblan los cincos continentes (perdón, ¿no se ha agregado ningún otro la semana anterior?), somos de diversos colores, tamaños, fisonomía y, sobre todo, sensibilidad, temperamento y una concepción distinta de nuestros orígenes y destino, por supuesto. Somos tan diferentes que, merced a esas particularidades, logramos nuestra excepcional identidad: somos la raza humana integrada por un sinfín de diversas etnias, dentro de las cuales, pese a siglos de intentarlo, la mentalidad imperante no es precisamente la del respeto, la semejanza y la solidaridad. Sin embargo, con cada generación lo seguimos intentando, aunque se nos atraviesan obstáculos como éste: la raza humana ha logrado casi domeñar y exprimir la naturaleza. La ha explotado en la superficie y en sus entrañas, en sus aguas y en su espacio exterior. Gracias al paso de múltiples eras (espacio de años y acontecimientos señeros), comenzaron a germinar facultades innatas. Debido al esfuerzo redoblado por siglos, repetido mecánicamente y sin comprender ni siquiera la relación causa/efecto, los hombres, los seres humanos que vivimos hoy en día somos considerados Homo sapiens. ¿Lo seremos más allá de las clasificaciones formales, académicas? Lo cierto es que pequeños grupos de Homo sapiens se han adueñado del planeta. Su razón es contundente: son no sólo los mejores, sino los indispensables. Los únicos capaces de dar al planeta Tierra supervivencia y longevidad (edad máxima que pueden alcanzar los seres humanos en condiciones óptimas.) Su lema es el del padre Noé: Después de mí, el diluvio
. No perdamos su mensaje y actuemos en consecuencia.
En la próxima conversa: ¿Qué hacer?
Héctor Alejandro Quintanar, gracias por tu mención, mi mejor martini te está esperando.
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