
Hoy, el verdadero recurso estratégico del sector no es el litio ni el cobre, sino la capacidad de liderar para convertir la incertidumbre en dirección, la presión en oportunidad y el descontento social en legitimidad.
Estamos frente a un punto de quiebre. La minería vive tiempos de alta demanda, impulsada por la transición energética, que requiere metales como el litio, el cobre o el níquel. Además, enfrenta marcos regulatorios exigentes, una sociedad más informada y presiones ambientales. Muchos apuestan por la tecnología y la inversión como salida e invierten en automatización e inteligencia artificial que, aunque necesarias, no son suficientes.
Hay empresas que destinan millones en maquinaria de última generación, pero siguen operando bajo una lógica vertical y autoritaria. Hay proyectos técnicamente sólidos que fracasan por conflictos sociales mal gestionados. Hay operaciones rentables que colapsan por falta de cultura organizacional o por no anticipar riesgos sistémicos. En todos estos casos, el punto de quiebre no es técnico ni financiero, es estratégico.
De la operación a la transformación
El liderazgo ya no puede limitarse a la operación. También debe evolucionar hacia un enfoque estratégico, con visión global y preocupación por las comunidades en donde se desarrolla. ¿Qué implica esto en la práctica?
● Capacidad de anticipación: Un líder estratégico identifica señales, interpreta tendencias globales y actúa antes de que estalle la crisis. No espera el cambio, lo prevé.
● Sostenibilidad como ventaja competitiva: Este líder entiende que los criterios ESG son diferenciadores valiosos, integra principios de circularidad, reduce huella ambiental, promueve el empleo digno y utiliza métricas robustas para medir impacto.
● Cultura organizacional sólida: El líder apuesta por la innovación, la ética y el aprendizaje. Promueve equipos mixtos, escucha activa y bienestar emocional.
● Capacidad de transformación: Se requiere planear a largo plazo, alinear objetivos con propósito, articular equipos multidisciplinarios y comunicar. No se trata solo de “ponerse las botas en la mina”, sino de saber cuándo hay que explorar el terreno y cuándo levantar la vista para redefinir la ruta.
El ambiente en este sector es desafiante no solo por su geografía, sino por las constantes tensiones sociales y reputacionales. Liderar bajo estas condiciones requiere temple, pero también inteligencia. El líder estratégico transforma desafíos en oportunidades:
● Frente a conflictos sociales abre el diálogo, escucha y construye soluciones.
● Ante nuevas regulaciones adapta procesos, propone y colabora.
● Cuando detecta brechas internas no esconde las cifras, invierte en desarrollo humano y fortalece mecanismos de mejora.
● Si existe incertidumbre redobla el análisis, activa alianzas y diversifica estrategias.
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