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Bancos centrales, del financiamiento de guerras al control de la inflación

Del caos financiero a los bancos centrales: un origen británico

Para entender por qué existen los bancos centrales, vale la pena mirar hacia atrás, al Londres de 1694. Inglaterra enfrentaba una guerra costosa contra Francia. El rey Guillermo III necesitaba financiamiento… pero los prestamistas privados desconfiaban del Estado.

En palabras de Jacob Goldstein en Money: The True Story of a Made-Up Thing:

«El Banco de Inglaterra no fue fundado para gestionar la economía, sino para financiar una guerra.»

Así nació el Banco de Inglaterra, no como un regulador monetario, sino como un mecanismo para emitir deuda respaldada por el gobierno.

Fue el inicio de un cambio radical: el dinero dejó de ser un objeto de valor intrínseco (como el oro) para convertirse en una promesa respaldada por confianza en instituciones.

Con el tiempo, ese banco fundado para financiar una guerra se convirtió en el corazón del sistema financiero británico y en modelo para otros bancos centrales del mundo.

El mandato: estabilidad, crecimiento o doble objetivo

Aunque en teoría su misión es clara —preservar la estabilidad de precios—, en la práctica su papel varía según el país. Así como un médico puede especializarse en prevención, cirugía o rehabilitación, los bancos centrales también priorizan distintos ‘síntomas’ según su historia.

– La Reserva Federal de Estados Unidos (1913), creada tras una serie de pánicos bancarios y reforzada después de la Gran Depresión de 1929, tiene un mandato dual: procurar la estabilidad de precios y fomentar el máximo empleo sostenible. Esta doble función refleja la prioridad estadounidense de equilibrar crecimiento económico con control de inflación, para evitar las consecuencias devastadoras de un desempleo masivo.

– El Banco Central Europeo (1998), surgido en el contexto de la integración monetaria, tiene un mandato mucho más restringido: su único objetivo es controlar la inflación. Esta prioridad responde a la memoria histórica de países como Alemania, donde la hiperinflación de los años veinte erosionó profundamente la confianza pública y desestabilizó el tejido social.

En México, Banxico fue diseñado (1925) con un mandato principal de mantener el poder adquisitivo de la moneda. Sin embargo, las sucesivas crisis de deuda e inestabilidad vividas en las décadas de 1980 y 1990 ampliaron su rol, llevándolo también a ser un garante de la estabilidad financiera.

En otras palabras: los mandatos de los bancos centrales son producto de las cicatrices de su historia. Donde el desempleo fue el mayor trauma, como en Estados Unidos, se incorporó el empleo como prioridad. Donde la inflación descontrolada destruyó ahorros y estabilidad social, como en Europa o América Latina, el enfoque se centró en proteger el valor de la moneda y fortalecer el sistema financiero.



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