México y la era de los cobots. ¿Siguen vigentes las leyes de Asimov?

Aunque son reglas ilusorias, cada vez más se adaptan a una realidad futurista que nos alcanza. Estas leyes, diseñadas para establecer límites éticos al comportamiento de los robots, son:
– Primera Ley: Un robot no debe dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
– Segunda Ley: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
– Tercera Ley: Un robot debe proteger su propia existencia, en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
El trabajo conjunto entre humanos y máquinas
Más de 80 años después, aquellas leyes nacidas de la ciencia ficción se debaten en el terreno de la ciencia aplicada. En un contexto global en el que los robots han dejado de ser conceptos de laboratorio para convertirse en piezas fundamentales de las cadenas de producción, surge una pregunta urgente: ¿siguen siendo aplicables las leyes de Asimov en una era donde la interacción humano-máquina ocurre en tiempo real?
La respuesta es algo que debe ocuparnos, sobre todo en México que se ha consolidado como uno de los líderes regionales en la adopción de robótica colaborativa, un tipo de tecnología diseñada para que humanos y máquinas trabajen juntos, sin necesidad de barreras de seguridad. Estos sistemas, conocidos como cobots, representan una evolución significativa frente a los robots industriales tradicionales, pues combinan precisión mecánica con la adaptabilidad humana.
Según el Informe Mundial 2024 de la Federación Internacional de Robótica (IFR), México ocupa el noveno lugar global en instalaciones de cobots, con 5,832 unidades implementadas en 2023. Aunque esta cifra representa una ligera disminución del 3% con respecto al año anterior, el país mantiene una tasa de crecimiento anual del 1% desde 2018, lo que indica una tendencia sostenida de consolidación en sectores estratégicos como el automotriz, electrónico y metalúrgico.
No obstante, el auge de los cobots no está exento de dilemas. La interacción constante entre humanos y robots plantea interrogantes profundos sobre seguridad, privacidad, autonomía y control. En este sentido, las leyes de Asimov, si bien inspiradoras, resultan, incluso, insuficientes ante las amenazas modernas.
La ciberseguridad es uno de los ejes más críticos. Los cobots están conectados a redes industriales que pueden ser blanco de ciberataques. Un código malicioso o una vulnerabilidad en el firmware podrían convertir a una herramienta colaborativa en un riesgo operativo. La pregunta ya no es si un robot puede desobedecer una orden humana, sino si puede ser manipulado por un tercero con intenciones maliciosas.
Además, las leyes de Asimov parten del supuesto de una inteligencia centralizada y autoconsciente, algo que los cobots actuales no poseen. Estos sistemas operan bajo comandos específicos y algoritmos preprogramados; no piensan, ejecutan. Por tanto, más que reglas morales, lo que necesitan son protocolos de diseño ético y arquitecturas digitales seguras, integradas desde su concepción.
La implantación de cobots en la industria mexicana
El liderazgo mexicano en la región se explica por diversos factores: su cercanía geográfica con Estados Unidos, la alta especialización de su industria automotriz y un ecosistema manufacturero que busca ser más competitivo sin renunciar a la mano de obra calificada.
De acuerdo al informe citado, en 2023, el 70% de los cobots instalados en el país fueron destinados a la industria automotriz, equivalente a 4,087 unidades. En este sector, ejecutan tareas como soldadura, ensamblaje, pintura y control de calidad, con una eficiencia que reduce los márgenes de error humanos y mejora la seguridad en el entorno laboral.
Otros sectores, como la electrónica (5%), la industria química (5%), metalmecánica (4%) y alimentos y bebidas (3%), comienzan a integrar cobots en sus líneas de producción, aunque a un ritmo más gradual.
Ventajas y desafíos
Una de las principales ventajas de los cobots es que no buscan reemplazar al trabajador, sino potenciar su productividad. Las aplicaciones más frecuentes en México incluyen operaciones de manipulación (2,665 unidades), soldadura (2,262), empaquetado y moldeo de plásticos, ensamblaje y trabajos en salas limpias.
Estas tareas, altamente repetitivas y físicamente exigentes, encuentran en los cobots un aliado para reducir lesiones laborales y mejorar los tiempos de entrega. No obstante, esta transformación también implica una reestructuración del perfil laboral en la manufactura mexicana.
La capacitación se vuelve crucial. Sin una inversión robusta en formación técnica, muchas pequeñas y medianas empresas podrían quedar rezagadas frente a la automatización. El desafío no es solo tecnológico, sino también educativo y social.
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