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Es temporada de caos, caprichos, recesión y otros demonios

La guerra entre Estados Unidos y China sigue escalando en muchos frentes. Así, después de las tasas arancelarias impuestas por Donald Trump a casi todo el mundo, China anunció que aumentaría, a partir del 12 de abril, la tasa del 84% al 125% los aranceles sobre todos los productos importados desde Estados Unidos, condenando a su vez la política comercial estadounidense por “violar gravemente las normas del comercio internacional” y de aplicar “una política unilateral de acoso y coerción”.

Nadie sabe, en este momento, qué mundo nos depara después del show arancelario impuesto a buena parte del mundo por parte del Presidente de Estados Unidos, pero lo que ya se da por descontado es que el crecimiento económico de buena parte de las economías se vendrá abajo, los flujos de inversión se ralentizarán, la inflación se paseará por todos los rincones durante varios meses y los llamados proteccionistas tomarán los megáfonos. Lo que falta por saber es cuándo llegará la recesión.

¿En qué momento todo se vino abajo, alrededor de las dos principales potencias económicas? ¿Qué le depara a la economía mundial?

La relación entre Estados Unidos y China, como cualquier otra, cuenta con momentos luminosos y otros con ciertos ribetes de confrontación. El siglo pasado, durante la década de los setenta, ambos países lograron una alianza dado que tenían al mismo enemigo: la Unión Soviética; no se consideraban amigos, pero cargaban con la misma preocupación de una invasión militar, en plena Guerra Fría, lo que los llevó a registrar acercamientos muy significativos que resultaron en el reconocimiento de la República Popular China por parte de Estados Unidos, en 1979. Así, tejieron redes en un momento en el que pensaban que los fusiles kaláshnikov apuntaban a sus cabezas.

Por otro lado, la relación económica entre los dos países creció en forma espectacular, lo que derivó en que las importaciones de origen chino llegaron a significar 17% del total de las importaciones a Estados Unidos, hasta 2017. Fue hasta el primer periodo de la administración de Donald Trump, cuando la relación empezó a resquebrajarse, de tal manera que, aún y cuando China es el tercer socio comercial de Estados Unidos (después de México y Canadá), su participación en sus niveles de importación pasó del 17% al 10% en 2024.

Bajo esos elementos, afirma Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México de la UNAM, estamos siendo testigos de una transición de un nuevo orden mundial, en el que, a pesar de las amenazas que giran alrededor del libre comercio, es impensable un día sin Estados Unidos, pero también resulta inconcebible un día sin China. “Por eso, el Consejo de Estado de China publicó un white paper donde propone un diálogo entre iguales, respetuoso, en contra de cualquier chantaje o señal unilateral y proteccionista”.

Sin embargo, hoy, los fundamentos y la razón son atributos intangibles muy poco preciados. La más reciente edición de The Economist advierte que vivimos la “era del caos”, azuzada por un solo individuo.

Zanny Minton Beddoes, editora en jefe del semanario británico, cuenta que, durante la recopilación de información para contar la historia de la coyuntura, se escucharon los intentos sinceros, aunque poco convincentes, de los funcionarios por explicar la lógica detrás de la mayor crisis arancelaria de la historia, cuando lo que se desvela son los caprichos de Donald Trump. Por tal razón, el show de aranceles no ha terminado y, al margen de que los mercados se han recuperado de un colapso casi total, se han trastocado las antiguas certezas que sustentaban la economía global y, en cambio, se han introducido niveles extraordinarios de volatilidad y confusión.

Así, el caos económico actual está basado en la manera en que se están tomando las decisiones, sujetas a los sentimientos de un individuo que tiene una confusión económica muy fuerte y cuyos efectos, por lo pronto, se estiman de largo plazo.

Marcelo Giugale, ex director del Banco Mundial, considera que hoy no se ve la luz al final del túnel, al tiempo que este episodio arancelario dejará muchas cicatrices. “La gente que pone el dinero, que levanta fábricas para producir componentes y que participa en las cadenas de valor, va a decir no, por ahora no invierto más”.

¿Cuál sería la rampa de salida que haría que esto se encamine más rápido hacia una solución?

Marcelo Giugale ofrece tres ángulos:

Uno, que Europa logre una negociación con Estados Unidos, lo que representaría una victoria para Donald Trump y, al mismo tiempo, obligaría al resto de los bloques a seguir el mismo camino. Con ello, China quedaría aislada.

Dos, en China nadie levanta la voz frente a la fortaleza de su sistema político, pero la presión podría venir cuando el tigre asiático empiece a registrar un menor crecimiento económico, escenario que se proyecta como inevitable, a raíz de una estimación de crecimiento del orden del 3.5%; de esta manera, el crack del contrato social en China podría venir cuando la economía deje de crecer a una tasa del 6%.



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