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Guerra comercial a la vista

A mediados de esta semana, se tendrán elementos para despertar nuestro optimismo o documentar nuestro pesimismo. Este miércoles, se conocerá el calibre de las amenazas arancelarias lanzadas por Donald Trump, mismas que, de aplicarse, pondrán en jaque el libre comercio en América del Norte. El T-MEC está en riesgo y, con éste, el capítulo más importante de este acuerdo comercial: el automotriz.

El episodio que hoy se registra con la industria automotriz ya se había vivido, de algún modo, durante la primera era presidencial de Donald Trump. En aquellos cuatro años (2017-2021), el entonces presidente de Estados Unidos aprovechaba cualquier evento frente a sus grandes audiencias, y electores, para acusar que la industria automotriz basada en México se ‘robaba’ miles de empleos y, de paso, lanzaba a las firmas estadounidenses un mensaje con ciertos ribetes amenazantes: ‘inviertan en casa y contribuyan a recuperar la grandeza de Estados Unidos’.

Bajo estos antecedentes, la industria automotriz mexicana, incluyendo a las firmas estadounidenses que son parte de ésta, consideraban que la ‘caja de sorpresas’ con la que gobernaría Donald Trump, en su segunda etapa presidencial, no necesariamente integraría una narrativa, aún más extrema, que la que usó anteriormente; es decir, los jugadores de dicha industria tenían presente que los ataques trumpistas alrededor suyo continuarían, pero no subirían de tono y, mucho menos, se materializarían.

Así, durante los días previos al cambio de gobierno en Estados Unidos, los ánimos se mantenían relativamente tranquilos. Sí, se pensaba que en cualquier momento volverían los ataques, pero nada que pudiera alterar los escenarios. Las crónicas en torno de los eventos políticos reseñaban los ataques hacia México, que acusaban de una supuesta invasión china en el sur, pero los llamados solo se limitaban a eso. Diatriba.

Sin embargo, a partir del pasado 20 de enero, ya con Donald Trump despachando en la Casa Blanca, los grados de intranquilidad que suelen presentarse ante un fenómeno que podría ocurrir, empezaron a sentirse en algunas de las filiales estadounidenses que participan en la industria automotriz que opera en México. De esta manera, primero, las advertencias de aplicar aranceles a todos los autos que salieran de México rumbo al norte con algún componente chino provocaron ciertas dudas y reservas, pero, después, la amenaza de imponer una tasa arancelaria del 25% vino a agitar todas las conciencias.

Asombro. Incertidumbre. Enojo. Extrañeza. La industria automotriz basada en México fue capturada por muchas sensaciones. Un día, el mandatario estadounidense lanzaba una amenaza y, al día siguiente, caía otra más. Después, nada pasaba. Con ello, no había prospectiva que sirviera, por lo que construir escenarios no era una estrategia que funcionara del todo. Finalmente, vino el golpe que nadie esperaba.

La semana pasada, el miércoles 26 de marzo, Donald Trump anunció la imposición de aranceles de hasta un 25% para todos los autos no fabricados en Estados Unidos, a partir del próximo 2 de abril. «Vamos a imponer cargos a países por hacer negocios en nuestro país y llevarse nuestros trabajos, llevarse nuestra riqueza”, acusó.

De acuerdo con fuentes que fueron consultadas para construir esta historia, nadie en la industria automotriz basada en México pensaba que un anuncio de tal calibre se pondría en marcha; sí, se sabía que el próximo miércoles se anunciaría alguna medida arancelaria, pero no se pensaba que la mala noticia pudiera adelantarse y, mucho menos, con efectos inmediatos y a esa tasa arancelaria. En los escenarios más pesimistas no se tenía algo así.

El plan de defensa ya se está gestando. Si bien la comunicación entre los jugadores de la industria automotriz y el gobierno mexicano ha sido constante, ahora, la recopilación de data, las llamadas de consulta y los encuentros a puerta cerrada se han intensificado. El equipo negociador de la Secretaría de Economía, bajo el mando de Marcelo Ebrard, junto con Altagracia Gómez, coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico, están recibiendo información de la industria para definir y fortalecer la postura que el gobierno mexicano dará a conocer en los próximos días, con la que pretende contrarrestar los impactos de la decisión tomada por Donald Trump.

En este momento, la postura oficial que se está afinando considera responder a todas aquellas preguntas que permitan gestionar, por un tiempo, una guerra comercial. El cobro de aranceles a productos importados desde Estados Unidos es vista como la opción de corto plazo, pero el plan que hoy se está cocinando consiste en definir los productos que se integrarán a esta represalia y el origen de su producción. Los mecanismos de solución de controversias plasmados en el T-MEC también se usarán, aún y cuando sus resoluciones no puedan ser de carácter inmediato.

Dicho lo anterior, todo indica que no hay otro camino y que la única forma de responder de manera inmediata a las medidas tomadas desde Estados Unidos es a través de respuestas muy similares. De ser así, se avecina una guerra comercial y, entonces, el peor escenario ya estaría aquí.

La narrativa que pretendía fortalecer la idea de una América del Norte fuerte y unida se esfumaría. La posibilidad de que la industria automotriz norteamericana compitiera contra la asiática y la europea no contaría ya con fundamentos.



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