cuando los recintos se convierten en anuncios

La transformación del Estadio Azteca en Estadio Banorte marca un nuevo hito en la creciente tendencia de los recintos deportivos como plataformas publicitarias. En México, este modelo ha sido adoptado por otros recintos, como el Estadio BBVA en Monterrey y el Estadio Akron en Guadalajara. También el Foro Sol recientemente fue rebautizado como Estadio GNP Seguros.
Este fenómeno, cada vez más común en el mundo, refleja la intersección entre negocios y deporte, donde los derechos de denominación se convierten en una estrategia clave para posicionar marcas. Sin embargo, también abre un debate sobre el equilibrio entre la comercialización y la preservación de la identidad cultural en espacios con gran valor histórico y social.
Un cambio que despierta emociones
El caso del Estadio Azteca es particularmente simbólico. El anuncio del cambio de nombre generó reacciones encontradas entre los aficionados. Para muchos, el nombre “Azteca” no es solo un título comercial, sino un símbolo de identidad nacional.
Es el estadio que vio a Italia y Alemania protagonizar el “Partido del Siglo” en 1970, y que en 1986 presenció la famosa “Mano de Dios” y el “Gol del Siglo” de Maradona contra Inglaterra. No es la primera vez que el estadio intenta adoptar otro nombre. En 1997, se rebautizó como Estadio Guillermo Cañedo en honor al influyente directivo mexicano, pero la afición nunca aceptó el cambio.
La nostalgia pesa, pero los negocios mandan.
A diferencia de ese primer intento por rebautizar al llamado Coloso de Santa Ursula, el nuevo patrocinio del estadio forma parte de la estrategia de crecimiento de Banorte. La institución, con más de 1,100 sucursales en el país, busca consolidar su presencia en un sector bancario dominado por jugadores como BBVA y Banamex.
“Buscamos acercar a los mexicanos con cosas tangibles, con eventos que forman parte de su vida cotidiana. No se trata solo de presencia de marca, sino de generar beneficios reales para nuestros clientes”, dijo en una entrevista previa Carla Juan Chelala, directora de mercadotecnia de Banorte.
La decisión sigue una tendencia global. En todo el mundo, los derechos de denominación de estadios se convirtieron en una fuente clave de ingresos para los clubes y administradores de recintos. Allianz Arena, en Múnich, y Etihad Stadium, en Manchester, muestran cómo los nombres comerciales pueden volverse parte de la identidad de un estadio con el tiempo.
Para Luis Alberto Alvarado Gudiño, experto en mercadotecnia de la Escuela Bancaria y Comercial (EBC), es una estrategia ganadora. “Quien sale más beneficiado con esta estrategia es precisamente Banorte. La gente lo tendrá en la mente, lo asociará no solo con servicios bancarios, sino con la pasión del fútbol. Es una alianza que, aunque genere escepticismo inicial, se traducirá en mayor recordación de marca”, explica.
El reto: ¿Los aficionados aceptarán el cambio?
La transformación del Azteca en Estadio Banorte representa un desafío de mercadotecnia. A diferencia de recintos construidos recientemente, el Azteca tiene un arraigo histórico difícil de modificar. “Si Banorte no logra que su nombre se repita en transmisiones, señalización y anuncios, el riesgo es que la gente lo siga llamando como siempre”, advierte Alvarado Gudiño.
El Estadio Azteca nació en 1962 bajo el diseño de los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares, con la misión de albergar la Copa del Mundo de 1970. Se inauguró el 29 de mayo de 1966, con un partido entre el América y el Torino de Italia, que terminó empatado a dos goles. Desde entonces, presenció hazañas deportivas y eventos culturales.
El reto de Banorte es convertir su nombre en parte de esta historia. Si consigue consolidarse en la memoria de los aficionados, la inversión no solo generará exposición de marca, sino que fortalecerá su posición en la banca mexicana.
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