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Sonora Grill: la parrilla fascista…

Hace varios años comenzó a circular por YouTube un video grabado por un joven que registró cómo una señora adulta mayor pobre -y probablemente de alguna etnia originaria- que vendía cositas en la banqueta para sobrevivir, era echada de la acera por un trabajador del Starbucks adyacente, el cual le dijo que “no podía estar ahí porque daba mal aspecto al negocio.” El contenido causó revuelo e indignación, pero desde su aparición en internet nada parece haber cambiado mucho, ni fue el último caso semejante expuesto en el ciberespacio.

A principios de la semana pasada, desde una cuenta denominada Terror Restaurantes MX, comenzaron a publicarse varias quejas de empleados y extrabajadores de uno de los restaurantes del corporativo Sonora Grill ubicado en la colonia Polanco.  En las mismas se acusó a los dueños del sitio de malos tratos y de tener actitudes clasistas y racistas como obligarles a separar a sus clientes según su color de piel. De acuerdo con lo denunciado, en un área llamada Gandhi colocan a la gente que no es caucásica y del otro lado, en la zona Mousset, sientan a “puras personas caucásicas y el trato es completamente diferente”, además de que “el director de la marca, llamado Juan Manuel Moreira, se molesta mucho si sientan a alguien que se ve pobre o da mala imagen al restaurante”. Una vez abierta la esclusa, ya no cesó el torrente de quejas similares que se volvieron virales a través de Twitter, Facebook, Instagram, TikTok, etc.

Este asunto, en caso de ser cierto -y todo apunta a que lo es- no se reduce, no DEBE ser reducido, a un escándalo de prácticas discriminatorias que se terminan con una sanción; al contrario, se trata de una coyuntura que es necesario analizar como síntoma de un problema muy profundo y complejo, y que influye de manera determinante en la desigualdad económica de nuestro país, así como en los embates mediáticos diarios contra una opción política que llegó a la presidencia para aplicar medidas dirigidas a reducir esta desigualdad. Lo publicado a los cuatro vientos fue nada menos que una especie de apartheid ejecutado al interior de un establecimiento “de lujo” -que a su vez puede ser visto fácilmente como una muestra representativa de la situación sociocultural de México entero.

Sonora Grill Group trató de controlar la crisis negando rotundamente lo que sus empleados y excolaboradores han seguido denunciando por redes sociales; por supuesto, prominentes de la derecha salieron rápidos y furiosos en defensa de la empresa; esto es interesante, porque la apología que alegan es, aparentemente, el “ellos son incapaces de hacer eso”, aunque en realidad las implicaciones ideológicas son patentes: cierran filas para proteger la propiedad privada y su “derecho” a la exclusión.

Ahora bien, el caso provoca una interrogante reveladora. Las denuncias giran en torno a una sucursal que recibe el nombre de Sonora Grill Prime, la segunda categoría de este grupo restaurantero para el cual la práctica excluyente parece ser una característica distintiva con sus recintos de diferentes precios -y, supongo, que de diversa calidad- a los que se les agrega en el nombre palabras como “Prime” o “Club” a fin de que nadie se confunda y pretenda acudir al lugar que no le corresponde. Los Sonora Grill -así, a secas- corresponden a una clase inferior, mientras que la joya de la corona es el Prime Steak Club localizado en la avenida Reforma de la CDMX y donde uno de los activos de las instalaciones es la vista exterior, según parece muy bonita porque desde ahí se puede apreciar un ángulo especialmente atractivo del Ángel de la Independencia, uno de los monumentos públicos insignia de nuestro país. Cuando uno se entera de las restricciones, reglas (por comentarios de los mismos clientes en las reseñas en línea) y costos del lugar, es realmente alarmante: platillos de hasta casi 5000 pesos o una sola pieza de camarón de 1600 pesos; aunque su sitio de Internet afirma que no es obligatorio, quienes acuden al lugar se quejan de que se les exige el 15 por ciento de propina o más (es decir, evaden condiciones justas para sus meseros cargándole su sueldo al comensal); un consumo mínimo para alcanzar el “privilegio” de tomarse una foto en el ventanal con el paisaje de fondo y, seguramente, también la división en zonas “Gandhi” y “Mousset” (o quizá aquí inventaron otros nombres, dado que parece gustarles mucho liberar su “creatividad” en los apelativos que asignan a sus clasificaciones discriminadoras). Cabe resaltar que el Prime Steak Club ni siquiera se ubica en los primeros lugares de las listas de los mejores y más delicados restaurantes del mundo, como es el caso de otros establecimientos mexicanos que hasta el momento no han sido acusados de aplicar esas estúpidas medidas segregadoras, a pesar de ser culinariamente muy superiores y contar con mayor renombre e imagen.

¿Por qué entonces Sonora Group permanece tan orondo?

Las denuncias a través de medios como TikTok por parte de exempleados han seguido lloviendo, pero la empresa no parece admitir nada, y menos tener intenciones de desaparecer estos controversiales modos. Por lo visto, no temen que ello afecte su imagen; quizá, por el contrario, piensen que uno de sus pilares de marca consista en presentarse como algo “sólo para unos cuantos”. Lo dicen los mismos nombres de sus restaurantes: “prime” o “club”, o sea, exclusividad, estatus altísimo, membresía cara, elitismo pues.

La zona Mousset es la crème de la crème: el mensaje de que la gente que entra ahí es mejor que el resto, más “bonita”, más exitosa, más valiosa, y ello se relaciona con su fenotipo, con su raíz étnica. Así nomás porque sí. Así está la cosa. Es lo que hay. Así son los dogmas, incuestionables y dados de antemano.

Por más que en el discurso esto sea condenado, muchísimos mexicanos traen esta diferenciación de raza y clase introyectada hasta el nivel molecular de su ser. Pueden espetar que toda discriminación es inadmisible, pero en el mero fondo de su psique asumen su lugar en esta tóxica jerarquía que es la esencia del sistema económico tan despiadado en el que vivimos. Los defensores del capitalismo siempre esgrimen que toda organización social se encuentra estratificada, dividida en niveles piramidales. Eso es cierto desde la antigüedad, por lo menos para las culturas que llegaron a erigir lo que se conoce como urbes. Sólo que -pequeño detalle- el capitalismo se la ha pasado prometiendo desde hace 500 años acabar con los demonios de las anteriores “civilizaciones”: esclavitud, tiranía, desigualdad, pobreza etc., cosa que evidentemente no ha sucedido. Más bien, ha resultado en una prolongación del abuso ancestral, eso sí, decorado con la razón ilustrada y los derechos humanos como simples palabras al aire. Basta con darse un chapuzón en las mediciones de Oxfam…

Por eso Sonora Group sigue tan tranquilo. Sabe que la realidad social le favorece, que la discriminación y la exclusión constituyen bases estructurales que serán protegidas por un sistema que de ellas se alimenta, no obstante que en este momento vivimos en México una coyuntura histórica en la que, por lo menos, el poder ejecutivo ha dejado de favorecer y legitimar en gran medida estos lastres. Así que si alguien piensa que el caso Sonora Grill no es algo que hay que examinar, se equivoca. El clasismo, el racismo, el aspectismo (discriminación por no coincidir con los estereotipos establecidos de “belleza” y “sensualidad”), el elitismo de todo tipo y demás sesgos y prejuicios sociales, orientan conductas y preferencias políticas. Son el ADN de la derecha, de los sectores de la población obsesionados con el regreso de la hegemonía total de los regímenes que promueven, miman y nutren la desigualdad y la injusticia como algo natural, como aquello que define la subjetividad y la autovaloración de las personas, aunque su demagogia agite la bandera de la prosperidad social procedente de la primacía del mercado como amo y señor de todo.

La creencia de que la entrada en la restringida zona Mousset de nuestro país es lo que da valor a una vida, se alza como el impulso del odio hacia la 4T. No bastará con que el gobierno de la CDMX levante sanciones o correctivos. Si a gran escala no “cae el veinte” y no se hace el “clic” de la relación profunda de la colonización mental expresada por el asunto Sonora Grill con la furiosa derecha y todos sus partidos políticos y mandos corporativos, seguiremos en el opio aspiracional, virus que no distingue raza, nivel adquisitivo ni identidad de género.

La microfísica de la dominación se delata en un lugar que vende humo, odio como elegancia y carne mediocre…

Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.mx/sonora-grill-la-parrilla-fascista/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.

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