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¿Refinar o no refinar?

Miguel Cabrera

El nuevo acomodamiento multipolar de naciones, el cual pone un dramático punto final al imperialismo estadunidense y anglosajón que dominó desde el fin de la Guerra Fría 1.0, nos ha legado algunas importantes reflexiones sobre la defensa de la soberanía a nivel energético. Ya habíamos referido en este espacio que, según la misma industria petrolera, hacia 2050 podría realizarse la transición a las nuevas energías. Que de la mano del neoliberalismo financierista se haya hecho creer a la opinión pública de la rápida puesta en marcha de esa natural evolución en el marco más cortoplacista , verbigracia 2020 o 2030, sólo puede significar la premeditada presencia de una mano invisible, una mano muy sesgada.

Ello en el marco de las recientes declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, quien informó en su conferencia matutina (13/6/2022) que la parte de Shell adquirida por el Estado recientemente en la refinería de Deer Park, Texas, ha comportado hasta el momento utilidades por 400 millones de dólares mientras se desarrolla en México un doble proceso: 1) la extracción de petróleo con el fin de procurar ante todo el abastecimiento del mercado interno más que el de exportación, dado el lento pero seguro declive de la industria petrolera y 2) el fortalecimiento en el área de la refinación para volver al país menos dependiente de las importaciones de gasolina y, con ello, estabilizar el precio de las mismas con su respectivo impacto en la salvaguarda de la economía contra la inflación en un contexto geopolítico mundial adverso.

En relación a la estrategia y sentido soberanistas de la defensa por los energéticos, la inauguración de la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco, por ejemplo, comportará de ese modo el desenvolvimiento de una tendencia internacional que contrapone los intereses financieros a los de la economía real de la población, si bien no olvidamos que la mega-especulación ha modificado la correlación de fuerzas a favor de una minoría internacional privatizadora y en detrimento incluso del prestigio de la llamada clase política de los países intervenidos por el capital global imperialista.

Que las principales voces globalistas exijan a destiempo la importante transición energética obedece, naturalmente, a intereses geopolíticos de EEUU y sus aliados contra el inevitable desarrollo de la Eurasia comandada por Rusia y China en los que el apalancamiento provendría de los recursos de los países intervenidos. Lo particularmente atractivo para el análisis politológico es la manera en que las finanzas capturaron la razón humana. Recientemente, el esencial Pepe Escobar ha referido para el rotativo The Cradle los fragmentos de una entrevista con el no menos importante economista independiente Michael Hudson, quien explica el proceso de aniquilamiento de la la libertad colectiva por parte de la bancocracia a través de la instrumentalización de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, así como de la promoción de dictaduras y oligarquías en diferentes países. Este proceso comienza en Estados Unidos mismo donde el 90% de las utilidades de sus corporaciones son utilizadas para el seguimiento de las grandes especulaciones en el mercado de acciones. Para Hudson:

«…nuestra actual Guerra Fría 2.0 se lleva a cabo básicamente entre el capitalismo financiero unilateral de EEUU promotor de las oligarquías, contra las naciones que buscan hacerse de una mayor prosperidad y autosuficiencia domésticas.» Por otra parte:

«Hudson nos recuerda la manera en que las políticas públicas de China ‘fueron semejantes al proteccionismo estadunidense de entre 1865 y 1914, a saber, subsidio estatal para la industria, una poderosa inversión de capital en el sector público, y el aumento en el gasto social en educación y salud para optimizar la calidad y productividad en el trabajo. Esto no fue llamado marxismo en los Estados Unidos sino que se trata simplemente de la manera más lógica de procurar la industrialización, como parte de un amplio sistema social y económico.»

Tal como nosotros lo hiciéramos con el historiador Polibio respecto a Roma, Hudson busca en el romano Lactancio paralelismos que refieran la decadencia de EEUU: «La economía de EEUU es, de hecho, un remake posmoderno del Imperio Romano tardío, es decir, ‘dependiente del tributo foráneo [el cobro por el uso del sistema petro-dolarcéntrico] para su supervivencia en los tiempos de la actual economía rentista mundial’. […] Esa es la razón por la cual EEUU tiene rodeada a Eurasia con 750 bases militares.»

Destacamos algunos elementos clave de la receta anti-financierista que prodiga el economista estadunidense y, aunque parece idílica, sienta las bases de una nueva cosmovisión multipolar, tal como se percibe del actual pulso del tiempo con la guerra en Ucrania:

«la apropiación pública de los recursos naturales así como de los proyectos clave en infraestructura; la autosuficiencia soberanista en la creación de crédito y moneda; la protección del consumidor y el trabajador; controles de capital para prevenir el endeudamiento en moneda extranjera; […] fiscalización progresiva; autosuficiencia nacional de alimentos.»

Imprescindible como los postulados económicos del ruso Sergey Glazyev, -una de las voces más autorizadas en el diseño conceptual de la nueva economía multipolar y miembro del Comité Financiero Internacional del Banco de Rusia- la argumentación de Michael Hudson, así como la presencia de la voluntad colectiva, representan el nuevo vector que guiará la lucha por un mundo más equitativo.

En uno de los casos de la multicompleja historia nunca avara en los matices, concluimos, «lo que no se globaliza se soberaniza».

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