Redes transexenales y trasnacionales

Desde la década de los 80 el gran capital trasnacional comenzó a dirigir la estrategia de crecimiento -que no desarrollo, y mucho menos bienestar- en nuestro país. Esto fue posible por el tejido de redes trasnacionales y transexenales que impulsaron el modelo neoliberal basado en dos formas de acumulación: una, de tipo financiero (no productivo), la otra, basada en la corrupción expresada en el saqueo de fondos públicos, bajo el eufemismo de privatizaciones. 

Cuatro décadas fueron más que suficientes para evidenciar el fracaso de este proyecto.  Las nuevas generaciones tenemos claridad en la imposibilidad de un mejor reparto del ingreso y de patrones de consumo más equitativos, mientras los poderes políticos sigan reproduciendo este patrón de acumulación, surgido del capitalismo. De ahí que la jornada que ayer se vivió en la Cámara de Diputados sea histórica. Pues por primera vez en décadas se presentó un proyecto dirigido a limitar a las empresas multinacionales extranjeras vinculadas con la rama energética, en su propósito de maximizar sus ganancias, a expensas de la soberanía nacional, y en detrimento de las estructuras sociales y comunitarias de nuestro país.

Las y los mexicanos que seguimos de manera atenta la larga jornada de discusión, pudimos ubicar a los personajes, públicos y privados, que trabajan al servicio de intereses extranjeros. Con pena ajena fuimos testigos de actitudes colonizadas y convicciones disueltas de algunos resignados viejos representantes de izquierda; quienes tristemente no entendieron que se volvieron cómplices del sujeto que ha globalizado la pobreza, y con ello se colocaron del lado de los traidores. Ridículo fue escucharles hablar durante horas de polarización, sin comprender que ésta no comenzó con la llegada de un partido político de corte popular al poder, ni mucho menos con el ascenso de un personaje como Andrés Manuel a la Presidencia; sino con la existencia de un pequeño grupo de personas -no más del 1% de la población mundial- que logró controlar más de la mitad de la riqueza del planeta, y ejercer un poder sobre los medios de nuestra existencia nunca antes visto en la historia. 

La lucha de clases hoy es más visible. Los pronunciamientos emitidos por la oposición en favor de la propiedad privada – privada porque priva a los ciudadanos de los beneficios que se producen de los procesos productivos; léase como ganancia- y en contra del fortalecimiento de las empresas públicas, así lo demuestran. Los gritos de “traidores a la patria” son coreados por las y los trabajadores de este país, que durante décadas no tuvieron una sólida representación en los espacios legislativos. Por eso, que ayer se nos permitiera ver las caras de estos propagadores de una falsa conciencia en beneficio de los grandes capitales extranjeros, fue algo que ganamos como pueblo. De nosotros depende, en futuras elecciones, poner límite a los representantes que están de acuerdo con seguir subordinando los procesos económicos a los intereses extranjeros. 

En 2018 logramos romper las redes de poder transexenal que permitieron el saqueo de fondos públicos. Quitamos de los altos puesto de dirección a los tecnócratas cuya tarea fue impulsar leyes que facilitaran el despojo a la nación, valiéndose de instrumentos económicos que ellos mismos definían como científicos, bajo la mentira de que las políticas económicas que implementaban eran neutras. Es decir, no respondían a intereses específicos. Nada más alejado de la realidad. Hoy la tarea es romper las redes de poder económico transnacionales, recuperando las tareas de planificación económica que los neoliberales pusieron bajo el dominio de las empresas trasnacionales.