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No entienden que ya no entienden

Durante al menos tres décadas, “señores inteligentes y competentes” nos presentaron discursos que mostraban a las privatizaciones y al libre mercado como condiciones necesarias para salir de las crisis. Con cierta lógica (meramente formal, dicho sea de paso) supieron elaborar argumentos justificadores de las reformas neoliberales aplicadas desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. El slogan de sus productos académicos y comunicacionales era la inserción de México al primer mundo, y con ello beneficios para la población mexicana. 

Pese a lo lamentable que fue ver que en su momento no hubo las suficientes voces para aclararles a estos señores, conocidos como tecnócratas, que los conceptos de “México” y de “población” son meras abstracciones, si se dejan de lado a las clases sociales que les componen, y se les permitiera repetir la idea de que lo que es bueno para una élite, es bueno para el país, hoy el fracaso del modelo neoliberal es una realidad. Y de esto dan cuenta no sólo los indicadores macroeconómicos y macrosociales, también lo caduco de sus planteamientos, que a decir verdad se sostuvieron solo por una aparente condición de superioridad. De ahí que hasta resulte divertido ver que la falta de interés por comprender la historia, que caracterizó a este tipo de economistas, les hiciera ignorar que el pensamiento se encuentra siempre referido a la conquista histórica.

Estas reflexiones me surgieron después escuchar los discursos de los opositores de la actual administración estatal en los foros de Parlamento Abierto de la Reforma Eléctrica, y comprobar que sus planteamientos no logran, ni lograrán convencer porque corresponden a ecos de un momento social que ya pasó, y como tal, representan valores morales y éticos de otra época. Y lo más emocionante, porque les hemos impuesto nuestra agenda, una agenda tanto semántica como política que favorece los intereses de las clases trabajadoras. De ahí que la labor ahora sea continuar desarrollando un lenguaje y una capacidad argumentativa que permita nombrar el nuevo tiempo. Desde la ciencia económica, podemos aportar actualizando o bien, encontrando nuevos conceptos y categorías que nos ayuden a llamar a los fenómenos y las relaciones sociales por su nombre. No podemos seguir con el vocabulario limitado, propio de los tecnócratas declarados, porque cuanto más limitado sea nuestro lenguaje, más limitado nuestro alcance de reflexión, y claro la profundidad de nuestro pensamiento.

Sino me creen, vean las intervenciones de los economistas neoliberales que hoy se presentan como opositores a la Reforma, y su falta de comprensión de lo que significa en términos sociales que el Estado recupere la conducción del sector energético. Carencia que se explica desde su estructura analítica, que no les permite vislumbrar las variaciones sociales que se producen cuando se tiene propiedad privada y cuando se tiene propiedad estatal. De ahí que no tengan una base sólida para analizar las funciones de planificación, y mucho menos quieran, y puedan, plantearse la idea de relacionar el poder ejercido en el mercado con la planificación, y no con el monopolio. Claro, sin omitir las dificultades que tienen para distinguir entre tamaño grande absoluto de una empresa y tamaño grande respecto del mercado particular. De ahí que para ellos no tenga mayor importancia desconocer que la idea de tamaño absoluto carece totalmente de significación. 

Y qué decir de los argumentos microeconómicos que esbozan en público, sin tener claro que la microeconomía estudia los posibles desplazamientos de la oferta y la demanda, centrando la atención en las trayectorias que describen el tiempo y la variable precio, pero no toman en cuenta las relaciones sociales, y mucho menos los movimientos sociales que producen dichos desplazamientos. Es decir, hacen abstracción de la parte social. Si, entendieron bien, la lógica económica que continúan reproduciendo los economistas opositores a la reforma, hace abstracción de su sujeto de estudio. De ahí que en el mejor de los casos llegaran a obtener resultados válidos, pero no necesariamente verdaderos, ni mucho menos convincentes. Ahora sí que pobres los economistas marginalistas que nunca previeron que la tendencia a la utilidad marginal decreciente también aplicaba a la utilidad de su propia teoría. 

Cierro parafraseando al poeta uruguayo Mario Benedetti, diciendo no sé hasta dónde irán, los pacificadores de derecha, con su ruido metálico de paz, lo que, si sé es que argumentos, ya no tienen.

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