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Nacionalismo(s)

En el marco de las celebraciones patrias, surgieron diversas críticas entorno al nacionalismo que caracteriza a nuestro pueblo. Para las mentes acostumbradas a limitar la historia mundial a tres o cuatro países europeos, estas celebraciones no se entienden más allá de la exaltación de antagonismos geográficos impulsados con propósitos meramente imperialistas (propios de las potencias europeas); pero para los pueblos latinoamericanos, colonizados económica y políticamente durante siglos, el nacionalismo tiene un origen distinto, un origen revolucionario independentista; es decir, antiimperialista.

Recordar el proceso de independencia de nuestro país, nos viene bien en un momento en el que la dirección estatal está cambiando. Un momento en el que el impulso reindustrializador en el territorio nacional corre a cargo del Estado mexicano, y con ello, la propiedad estatal se amplía. Lo que nos demanda un profundo análisis de clase, pues como bien nos enseñaron los economistas revolucionarios que nos precedieron, la propiedad de un Estado, no puede ser otra cosa que la propiedad de la clase a la que éste represente. 

Con la construcción y modernización de refinerías, la nacionalización del litio, el fomento a pequeños productores agrícolas y cooperativos, y la creación de nuevos caminos, carreteras y vías férreas; el gobierno mexicano ha mostrado una voluntad política para reestructurar el sistema económico que desde el año 2008 entró en crisis, a nivel mundial. Año desde el cual las élites globales y los administradores públicos formados bajo el paradigma neoliberal mostraron su incapacidad para hacer frente a la situación. Permitiendo con ello la implementación de un patrón de acumulación militarizado, como eje rector de crecimiento económico.

En nuestro país esto se materializó en el gobierno de Felipe Calderón y su famosa guerra contra las drogas, al permitir la rápida y no consultada militarización interna, como parte de una particular lógica de acumulación militarizada, que se acompañó de infraestructura represiva como mecanismo para ejercer control social, hacia la población que abiertamente calificaba su gobierno de espurio. De acuerdo con datos obtenidos del Presupuesto de Egresos de la Federación publicados por Gerardo Reyes, Paola Hernández y Carlos Moslares (2015), el gasto en Defensa Nacional pasó de 26,031 miles de millones de pesos (mmdp) en 2006 a 55,590 mmdp en 2012; en Seguridad Pública de 9,274 mmdp a 40,521 mmdp; en Marina 9,163 mmdp a 19,672 mmdp; en la Procuraduría General de la República de 9,550 mmdp a 14,899 mmdp; en el Poder Judicial de 23,389 mmdp a 42,567 mmdp; y en Gobernación de 4,737 mmdp a 23,637 mmdp, en el mismo periodo. Lo que significó una tasa media de crecimiento anual del conjunto del Sistema Nacional de Seguridad Pública del orden de1 17.2 porciento.  

Estrategia que lejos de combatir de manera eficiente los temas de seguridad en el país, resultó funcional para la lógica del capitalismo criminal que hoy aqueja a la humanidad. De acuerdo con datos de Naciones Unidas, las ganancias mundiales derivadas del tráfico de drogas representan entre el 8 y el 10 porciento del comercio mundial. Cifra que se vincula con el revelador estudio titulado To die in Mexico del periodista John Gibler, en el que se sostiene que en el año 2008 el dinero de la droga salvó a los principales bancos globales del colapso. Aunque ello haya significado envolver a nuestro país en la espiral de descomposición social que hasta hoy se está buscando revertir.

Por eso, ante un escenario en el que los capitales son abiertamente transnacionales, resulta impreciso hablar de competencias bélicas entre Estados Nación (o países). La pugna es entre los defensores de un patrón de acumulación militarizado -que en estricto sentido no es un patrón de acumulación productivo, porque su base no está en el desarrollo de los medios de producción, sino de los medios de destrucción- y un patrón de acumulación basado en la producción de bienes estratégicos, como es la producción y distribución de energéticos, y de bienes de consumo final como son los alimentos. 

Dicho lo cual, el análisis que nos queda pendiente es el de las estructuras militares que hoy fungen como productores directos en la estrategia de crecimiento impulsada por la actual administración. Para lo cual conviene analizarlas, no como parte de una realidad estática; sino como un proceso en movimiento. No como un conjunto homogéneo; sino con un análisis de las fracciones al interior de ellas, es decir, examinar las subdivisiones y discontinuidades que presentan en su seno -en términos teóricos sus contradicciones secundarias, por no ser antagónicas estructuralmente hablando-. Y buscar comprender qué tipo de nacionalismo es que defiende la fracción que hoy las dirige. 

Para tratar con el rigor que amerita el concepto de fascismo se deben superar todas aquellas explicaciones que apuntan hay que verlo a partir de condiciones psicológicas como si éstas pudieran ser una causa del nazismo. para entender el nazismo se deben abordar las condiciones estrictamente económicas y políticas no sólo las psicológicas como ya no lo decía Erich Fromm (1969) sus años más prolíficos.

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