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Las y los trabajadores del siglo XXI

Desde hace 133 años, las y los trabajadores del mundo nos creamos un día de reivindicación y reflexión. A través de numerosas marchas, todos los 1º de mayo, se escuchan en las calles de las principales ciudades del mundo, diversas denuncias por violaciones a los derechos laborales arrebatados al capital, y nuevas demandas que surgen por parte de los trabajadores. De ahí que unas de las voces más recordadas sean las de Carlos Marx y Federico Engels; dos de los más grandes genios del pensamiento social, cuyos trabajos nos ayudan a reflexionar acerca de las relaciones sociales que hemos construido. 

Las críticas al capitalismo que se elaboraron desde la segunda mitad del siglo XIX, por parte de estos autores, continúan siendo una importante base para comprender que un modo de producción se define a partir de las relaciones sociales que se establecen a la hora de producir, distribuir, consumir, o, simplemente, llevar a cabo la idea de justicia distributiva. Entender esto nos permite visualizar las constantes mutaciones que se dan en las relaciones sociales de trabajo, aunque a veces los cambios se perciban como lentos.

En este sentido, los análisis económicos actuales tienen por reto la identificación de estas transformaciones, y los actores sociales efectivos que surgen de las nuevas relaciones sociales. Pensémoslo de la siguiente manera: entrada la tercera década del siglo XXI, la clara transnacionalización del proceso productivo, nos invita a pensar en las nuevas relaciones sociales de producción que se están gestando, y con ellas, en los nuevos sujetos productivos, o trabajadores. Pues, así como la relación salarial vino a suprimir las relaciones de trabajo desarrolladas bajo formas de propiedad no privada (de los medios de producción), el nuevo tipo de tecnologías desarrolladas bajo esquemas capitalistas (robots, internet, algoritmos), están abriendo la puerta a nuevos tipos de relaciones productivas. Para muestra se tiene la expansión de los esquemas de fragmentación del proceso productivo que se registra en las industrias manufactureras con mayores niveles tecnológicos, mismos que se acompañan de crecientes niveles de desempleo y de los llamados esquemas de subcontratación laboral o, outsourcing. 

Para nadie debe ser sorpresa que el capitalismo se ha desenvuelto bajo la lógica de transformar constantemente su organización productiva. Cambios que comienzan, de manera general, con modificaciones en las bases técnicas y tecnológicas, elementos de análisis de un concepto más amplio, el de fuerzas productivas. Otro elemento clave es la fuerza de trabajo, es decir, los trabajadores que harán uso de estas nuevas tecnologías y, por ende, requieren de habilidades y destrezas que les permitan cumplir con las funciones productivas que se demandan. Dicho lo cual, las innovaciones que forman parte de lo que se denomina la cuarta revolución tecnológica, hoy en día vigente, que han impulsado el uso de los sistemas computacionales y de los sistemas de inteligencia artificial al proceso productivo, más allá de parecer algo extraído de una novela de Philip K. Dick, es una de las más relevantes transformaciones económicas, al tener como objetivo potenciar las capacidades de las máquinas procesadoras con la intención de que sus funciones se asemejen lo mayor posible a las realizadas por los humanos, y así reducir costos de producción, aunque esto vaya en detrimento de las condiciones de reproducción de las y los trabajadores en el mundo, por las relaciones sociales que les son características al modo de producción capitalista.

Como dato curioso, la palabra robot tiene su origen en la literatura checa, en la obra escrita por Karel Čapek de título R.U.R. (Rossum´s Universal Robots), en la que aborda la temática de unos autómatas que trabajan de obreros en una isla perdida en medio del océano, y que hace alusión al trabajo forzado que se desarrolla en una empresa dedicada a la fabricación de criaturas mecánicas a imagen y semejanza de la raza humana, para ser utilizadas como fuerza de trabajo esclava. Este paréntesis se abrió para mostrar lo visionario del autor checo que, en el año 1920, cuando publica por primera vez su obra, tuvo a bien en medio de la ficción, prever lo que ocurriría más de cien años después: que el costo de la fuerza de trabajo en la manufactura llegara a ser superior al costo de un robot.

Ante estos cambios, las y los economistas estamos ante dos grandes retos: i) Planear nuevas formas de organizar las actividades de producción y distribución, dirigidas no solo a la reproducción del trabajador en tanto trabajador asalariado (obrero), sino del trabajador en general; es decir, pensar y trazar opciones económicas y sociales distintas a las hasta ahora conocidas. ii) Derivada de la anterior, sepultar la idea de la imposibilidad de pensar modos de producción distintos al capitalismo. Más cuando ahora vemos la incapacidad del sistema por generar empleos formales bien remunerados, base de la reproducción de la clase trabajadora del siglo XX.

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