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Laissez faire: Dejar pasar, dejar hacer, dejar morir

El escándalo que provocó la escena de una mujer vendiendo sus doraditas en el nuevo aeropuerto tiene importantes trasfondos ideológicos. Más allá del clasismo que ha quedado en evidencia en los pronunciamientos de la oposición, creemos que es un buen momento de contribuir al análisis desde la reflexión económica. Y qué mejor forma de comenzar que visibilizando al sujeto que durante décadas fue excluido de las publicaciones económicas elaboradas sobre la base del paradigma dominante de la economía: los hombres y mujeres que trabajan, todos los días, pero no bajo las típicas relaciones de producción y distribución capitalistas; no bajo relaciones salariales. 

En los libros de teoría económica más utilizados en las universidades occidentales, la mujer vendedora de doraditas no se presenta como un sujeto de estudio. Y como ella, millones de personas son excluidas de los análisis económicos que muestran interés en el ser humano, en tanto trabajador asalariado (en tanto productor y reproductor del sistema capitalista), y no más allá. Olvidando con ello el principio de cientificidad sobre el cual la economía cimentó su condición de ciencia social: el reconocimiento del trabajo (en su concepción más abstracta) como la actividad creadora de riqueza. Recordemos que fue Adam Smith, el llamado padre de la economía, quien demostró que el trabajo manufacturero y el comercial también debían ser considerados como productivos, al ser parte de las actividades generadoras de riqueza, no sólo el trabajo agrícola como sostenían los fisiócratas. El reto ahora es profundizar en la reflexión de la categoría trabajo, no solo para la pertinente actualización, dada la variedad de formas de trabajo que hoy existen, también para diferenciar al trabajo que sólo contribuye a la reproducción del sistema capitalista, del trabajo que contribuye a la reproducción de la sociedad y de la vida.

Como se pudo constatar en las imágenes, Guadalupe Piña (nombre de la productora y vendedora de doraditas) intercambió sus mercancías en un espacio que los críticos llamaron impropio. Evidentemente esas personas no tienen claro lo que es el mercado. Tampoco parecen saber que, al vivir en sociedad, necesitamos de los resultados del trabajo de otros. Lo mismo que otros necesitan de nuestro trabajo. A esto se le conoce como división social del trabajo, y es algo característico de nuestra especie. Independientemente del tipo de relación social con la cual se reproduzca, las sociedades no pueden subsistir sin trabajadores; llámense esclavos, siervos, obreros, o cooperativistas, los trabajadores son los que producen los bienes necesarios para la reproducción social. 

El fenómeno que no alcanzan a distinguir los opinadores ideologizados, es el dilema social que aparece cuando el trabajo, que por naturaleza es social, se convierte en trabajo privado. Es decir, cuando un tipo de relación social específica da lugar a una determinada forma jurídica que priva a los productores del resultado de su trabajo, ya sea el realizado en el momento, o bien, el expresado en forma de trabajo pretérito, como capital. De ahí que les resulte incomprensible (y por ello, inadmisible para este tipo de personas) que una mujer se atreva a intercambiar productos al margen de las relaciones sociales de explotación capitalista. 

Para ayudarles un poco a superar su frustración, aquí les comparto que, con los desarrollos realizados desde la economía política, se sabe que el trabajo no solo es la actividad transformadora de la naturaleza (no es solo la producción de bienes que satisfacen necesidades humanas), también es la actividad productora de los sujetos que surgen de cada uno de los procesos sociales involucrados. De ahí la necesidad de estudiar las relaciones sociales bajo las cueles se puede llevar a cabo esta actividad. Tener clara la diferencia entre las distintas relaciones de producción permite ubicar los distintos sujetos que participan en este proceso. Por ejemplo, la producción realizada bajo estructuras capitalistas (bajo la relación salarial) produce obreros (trabajadores asalariados); las llevadas a cabo mediante formas cooperativas, produce cooperativistas, las comunitarias, comunes, y así, cada una va resignificando sus actividades de administración, gestión, distribución y consumo. 

Con esta aclaración, esperamos que, en próximos debates, se logre superar el sujeto de estudio de los neoliberales, y se comience a pasar de la idea de trabajador- individuo al trabajador en comunidad. Pues en estos momentos de transformación, no se puede seguir reproduciendo una ética de mercado que, en aras de imponer sus principios liberales de dejar hacer, dejar pasar, dejen morir a millones de trabajadoras y trabajadores que no entran en las definiciones de trabajo que hoy resultan obsoletas por su lejanía con la realidad. Pensémoslo de la siguiente manera: antes no se tenía el menor reparo en llamar marginados a los trabajadores que no se insertaron en los circuitos del trabajo asalariado. Hoy esos marginados son millones y en número rebasan a los trabajadores asalariados en el país. Bajo este escenario, ¿Quiénes son los marginados, y con respecto a qué lo son?

Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.mx/laissez-faire-dejar-pasar-dejar-hacer-dejar-morir/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.

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