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La enfermedad infantil del ultraizquierdismo

El desarrollo del capitalismo se da en el contexto de la lucha de clases, una clase opresora que toma ventaja sistemática de la clase oprimida, el capitalista contra el trabajador. Pero también podemos identificar países que de igual manera ejercen poder sobre otras naciones. Tal es el caso, por ejemplo, de los Estados Unidos cuyas políticas y decisiones estratégicas involucran o suponen que otras regiones, como Latinoamérica o Europa, acepten dichos planes, aunque estos resulten en afectaciones a la salud de sus propias economías.

De esta manera, los países que intentan liberarse del yugo del capitalista nacional descubren que también hay estructuras de poder internacional y trasnacional que fincan su éxito en el fracaso de las economías de las sociedades. A este fenómeno se le suele llamar “imperialismo”. La sujeción no solo es ideológica, sino que también existen mecanismos para forzar a los países a que acepten las medidas, ya sea por fuerza militar directa, por desestabilización financiera o por una nueva gama de golpes de Estado blandos que usan la industria de la comunicación combinado con el sector judicial.

No obstante, no todo está perdido. Los países tienen de su lado la fuerza democrática de la soberanía.

Es decir, un país, aún dominado, puede comenzar a rechazar las políticas imperialistas siempre y cuando se cumplan dos condiciones: 1) se tenga plena conciencia de este poder trasnacional y sus peligros y 2) se encuentre organizado y movilizado para mostrar su fuerza y evitar cualquier intento oligárquico para imponer la ley de las élites.

Esto nos lleva al tema del proceso social bajo el signo de la táctica para ir trabajando en los puntos anteriores e ir avanzando en la liberación del dominio imperialista.

En el caso específico de nuestro país, no solo se trata de la cúpula empresarial nacional que hace jugosos negocios a costa de la riqueza colectiva sino de lo intereses geoestratégicos de Estados Unidos para sus propios intereses.

Es por ello que la llamada insurgencia electoral y pacífica del 2018 mostró una legitimidad alta de que el neoliberalismo ya había hecho el daño suficiente a nuestro país y se ha optado por una transformación estructural. Este “bono democrático” se tradujo en una base soberana que le ha permitido al actual gobierno efectuar cambios que hasta antes del 2018 parecían imposibles.

En todo este contexto es que surge la figura de la enfermedad infantil del izquierdismo en la que destaca, como en toda enfermedad, riesgos importantes. Me refiero a que el ultraizquierdismo pierde de vista la noción de táctica y exige inmediatamente que se avance hacia una transformación radical, como si alcanzar los objetivos solo dependiera de la decisión de la voluntad y –esto es verdaderamente lo peligroso– sin considerar la respuesta de los poderes imperiales mayores que pueden reaccionar decididamente frente a una expropiación violenta de las posiciones económicas de poder.

Para Lenin esta enfermedad hablaba también de la falta de conocimiento de los procesos materiales y sus magnitudes, lo que producía un grupo de izquierdistas que solamente repetían consignas aprendidas sin la capacidad de meditar el momento histórico y sus oportunidades reales.

Es importante, por ello, que la toma de conciencia de la situación histórica sea clara y que se opten por tácticas y momentos móviles para ir avanzando en los proyectos de liberación. Es muy fácil lanzar consignas y principios aprendidos y entraña un alto riesgo el que se crea que porque un Estado Nación no realice expropiaciones sistemáticas de los medios de producción entonces no es un proceso de liberación o una revolución.

Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.mx/la-enfermedad-infantil-del-ultraizquierdismo/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.

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