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El gran ausente de la Cumbre de las Américas

Bajo el lema ”Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo” Estados Unidos convocó a la Novena Cumbre de las Américas en medio de fuertes críticas por parte de gobiernos latinocaribeños, por la negativa del país anfitrión de invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua a dicho encuentro.

Esto más que ser leído como un tema diplomático, es expresión de un momento esperanzador en el que las izquierdas del mundo experimentan procesos de reagrupamiento, frente a un neoliberalismo en decadencia. En términos científicos, un momento dialéctico en el que lo político ha cobrado la fuerza necesaria para replantear el desarrollo económico, sabiendo que lo económico es el determinante último de las estructuras sociales, a nivel global.

De ahí que los acontecimientos recientes no puedan ser analizados al margen de la crisis económica del modelo postfordista que ha provocado problemas en la oferta global, y la crisis de hegemonía por la que atraviesa el país del norte, como parte del tránsito que se vive hacia un mundo multipolar. Escenario perfecto para que los países latinocaribeños no sólo cuestionen la lista de invitados a uno de los encuentros americanos más importantes, también busquen democratizar los puntos de la agenda a tratar. No es tema menor que éstos hayan sido impuestos de forma unilateral por parte de Estados Unidos.

En la página del Departamento de Estado del país sede [https://www.state.gov/acerca-de-novena-cumbre-de-las-americas/] se señala de manera muy general que los convocados (insistimos, de manera selectiva) fueron: gobiernos, miembros de la sociedad civil, sector privado y trece organizaciones internaciones. Y aquí vale resaltar una indeterminación crucial: el uso de la abstracción sociedad civil, por tratarse de un concepto, producto de un análisis superficial, que poco, o nada dice, si no se acompaña del análisis de las clases sociales. Es decir, si se ignora el desarrollo teórico-conceptual trabajado en el último siglo y medio.

La invitación a reflexionar sobre la precisión en el uso de conceptos y categorías más que un acto de ociosidad o pretensión responde a un primer paso para la necesaria superación de los modelos idealistas que hoy tienen cooptada la narrativa de nuestros pueblos. Pensemos en los discursos que reniegan en todo momento de la utilización del materialismo histórico como base de los análisis sociales. Esos que no toman como elemento central la posición de las personas dentro del sistema económico, y en aras de una absurda intensión por utilizar palabras “neutrales” a la hora de estudiar la sociedad, generan no solo imprecisiones, también importantes errores conceptuales.

Ejemplos hay muchos, pensemos en los trabajos que, en lugar de hacer uso el concepto de clase sociales, hablan de “grupos de ingresos superiores o inferiores”, sin explicar con base en qué se dan los criterios de clasificación, y sobre esta falla eligen de manera arbitrariamente determinado número de salarios mínimos para hacer un ejercicio meramente cuantitativo. Llegando al extremo de utilizar determinado número de dólares como medida, sin tomar en cuenta las distintas condiciones económicas al interior de cada uno de los países de interés; por ejemplo, el poder adquisitivo de las personas o el porcentaje de productos importados de la canasta básica.

Por eso, hoy que está en puerta una cumbre cuyo lema comienza con la frase “Construir futuro” las preguntas que surgen son ¿A qué tipo de soluciones se espera llegar, si en el planteamiento de la compleja realidad que vivimos, la gran ausente es la clase trabajadora trasnacional?, o ¿Qué tipo de respuestas se alcanzarán si solo se tienen como invitados a ciertos segmentos sociales, cuyos postulados no alcanzan a ver más allá del momento actual, y como tal, se encuentran alejados de toda intención de transformación social?

Si de verdad se quieren construir alternativas que posibiliten la idea de un futuro “sostenible, resiliente y equitativo” se debe repensar la espacialidad del capital.

Para lo cual es imprescindible comprender que la esencia de la desigualdad es la apropiación del excedente (explotación), no de unos países sobre otros, sino de una clase social sobre otra. Por eso, como bien decía el filósofo más atacado de la historia moderna: sin conciencia de clase, no hay lucha de clases, ni motor de la historia.

Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.mx/el-gran-ausente-de-la-cumbre-de-las-americas/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.

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