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Dos megaregiones en el tablero de ajedrez: Norteamérica y BEAMS

Miguel Cabrera

 

«Cada espíritu construye para sí una casa; más allá de su casa construye un mundo;

más allá de su mundo construye un paraíso. Conoce, pues, que el mundo existe para ti:

construye, por tanto, tu propio mundo.»

-Ralph Waldo Emerson

 

De los bloques a las megaregiones

Para Ahmad Fardid, filósofo persa de la escuela de pensamiento de Martin Heidegger, el planeta ha sufrido una apabullante y tóxica occidentalización o gharbzadegi, en lengua irania, traducible a nivel geopolítico en la invisibilización de la gran pluralidad cultural del mundo o, lo que es lo mismo, en la existencia instrumental, ahora en franca decadencia, del supremacismo clasista, racista y belicista proveniente del hegemón político que ha traído gran desigualdad, marginación y peligro para amplios sectores planetarios. El mero surgimiento de un concepto que describa estas características vuelve inevitable la confrontación con la historia en términos de identidad. ¿Quiénes somos como pueblos del mundo? Lo cierto es que el concepto de la democracia, tal como refiere en este brillante ensayo de Alastair Crooke, necesita de un profundo revisionismo que logre vincular nuevamente a las hoy en día tan menospreciadas instituciones con los sujetos que tendrían que ser representados.

Por otra parte, la época que vivimos de transición a un mundo multipolar implica la doble navaja 1) des-occidentalizadora como 2) re-organizadora a nivel geográfico, es decir, la creación o vislumbre de nuevas regiones. Diferente a la idea de un soberanismo clásico de naciones, la desglobalización implica la construcción de grandes bloques geográficos que gravitan en torno a los principales ejes de poder, ya sea el alicaído EEUU, Rusia o China. Lo que no se balcanizó se soberanizó dentro o hacia una nueva región autónoma. Buenos ejemplos son los concepto de Norteamérica, Latinoamérica o Eurasia que atraen con fuerza gravitatoria a los países de sus respectivos orbes geográficos, económicos, etc.

Se vuelve indispensable, por lo tanto, y ante al ascenso irresistible del mundo euroasiático, hacer una calibración de tales megaregiones para entender el modo en que el nuevo orden mundial se asienta, asumiendo que el desenlace de los más recientes acontecimientos tienda a la homeostasis u equilibrio interno y externo de los cuerpos de naciones. ¡La realidad es que nadie desea una conflagración termonuclear o termobárica!

De los BRICS+ a los BEAMS

En recientes artículos para los portales Zero Hedge y The Cradle, el geoanalista brasileño Pepe Escobar critica el tecno-feudalismo del G-7 como medio para contener la unificación del Sur Global (El sureste asiático, Asia Central, Asia Occidental, África y Latinoamérica). Aunado a ellos, los BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica + Kazajistán, Arabia Saudí, Egipto, Indonesia, Nigeria, Senegal, Emiratos Árabes Unidos y Tailandia), de ese modo, representan un mundo alternativo sustentable recientemente catalizado en parte a su máximo nivel de implementación debido a las sanciones impuestas a Rusia por la guerra en Ucrania desde un Occidente-OTAN-G7 que perdió su creatividad para armonizar sus intereses con los del resto del concierto de naciones.

Con las medidas restrictivas impuestas sobre Rusia a nivel económico, Putin logró diversificar su portafolio de exportaciones de energéticos a India y China incrementando sus ganancias, cincelando con ello, delineando, así, con precisión, el rostro de la más reciente versión unificada del bloque euroasiático. De continuar la tendencia traerá consigo el surgimiento de una moneda alternativa basada en la canasta de divisas BRICS, y su inevitable estructura de pagos internacionales como lo sugiere el sistema ruso MIR, principal apuesta del Kremlin para liberarse de la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales, SWIFT, por sus siglas en inglés, con sede en Bruselas. A su vez y en mancuerna con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB por sus siglas en anglosajón), el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, que recientemente añadió a Bangladesh, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Uruguay, traza los vectores para el desarrollo cooperativo sustentable del Gran Sur.

Destacamos de manera muy preponderante la súper arquitectura propuesta por el economista Yaroslav Lissovolik como motor de la integración de los BRICS+, a saber, el de la primera gran integración meta-regional de proporciones titánicas, cuya formidable concreción llegaría a representar no solamente la unión de los enormes bloques de la antihegemonía occidental sino el paso gigantesco a un nuevo modo de ser de la civilización humana, en la que brillarían con esplendoroso fulgor las culturas soberanas, cada una en su delimitado ámbito de desarrollo vital. Tan desmesurado e inevitable proyecto recibe el nombre de BEAMS, e integraría a los principales arreglos regionales contra-hegemónicos hasta ahora conformados de la siguiente manera:

BIMSTEC (Iniciativa de la Bahía de Bengala para la Cooperación Técnica y Economía Multisectorial. Países miembros: Bangladesh, India, Myanmar, Sri Lanka, Tailandia, Nepal y Bután).

EAEU (Unión Económica Euroasiática: Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguistán).

AU (Unión Africana: consiste en los 55 países del continente africano).

MERCOSUR (Mercado Común del Sur: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).

SCO (Organización de Cooperación de Shanghai: China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán, India y Pakistán).

En resumidas cuentas, con un PIB mundial del 27.4%, 66% de la población mundial (!) y una cuota en el Fondo Monetario Internacional mayor al 15%, el megabloque BEAMS representa, según refiere el importante Club Valdai, el imprescindible advenimiento de una multipolaridad geoeconómica flexible cuyos brazos se disponen a continuar la forja de alianzas con los países del Sur Global.

El caso Norteamérica

Por su parte, según comenta el experto en geopolítica Alfredo Jalife-Rahme con aritmética precisión:

«El PIB conjunto para 2022 de Norteamérica es uno de los principales en la competencia regional de los bloques geoeconómicos del planeta, con un total de 28.8 billones de dólares (trillones en anglosajón): EU, con 25.3 billones (primer sitio); Canadá, 2.2 billones (sitio seis) y México 1.3 billones de dólares (sitio 16). El PIB del T-MEC es muy superior al de la Unión Europea, de 27 países, de más de 15 billones de dólares: ¡Casi el doble! El PIB aproximado de Sudamérica (12 economías), donde pesa exageradamente Brasil (1.8 billones de dólares: décimo sitio global), es de 3.25 billones de dólares.»»

Esto quiere decir desde nuestro punto de vista que pese al increíble auge del Oriente de la mano de su multipolaridad pluricultural, soberanista y estratégica, los epígonos del occidentalismo perduran junto a su sistema pretrodólarcéntrico defendido con las armas nucleares de EEUU. El mismo Club Valdai indica que:

«De manera interesante, las variaciones del megabloque BEAMS se encuentran apenas a la par en términos del PIB con los acuerdos de integración regional más extensos del mundo, a saber, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), el cual en 2016 sumó el 28.1% del PIB global y sólo el 6% de la población planetaria. Al mismo tiempo, en términos de PIB, los BEAMS se encuentra notablemente detrás de plataformas tan potenciales como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP junto con los EEUU) y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), los cuales suman 38.3% y 46.5% del PIB global respectivamente.

El camino posible para que una alianza de economías en desarrollo se aproxime a estos niveles de PIB agregado podría ser el de unificar todos los acuerdos comerciales regionales del Sur Global sobre la base del BEAMS tales como la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) y el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (GCC). Esto permitiría funcionar como un puente para disminuir la brecha con lo que actualmente parece ser la alianza potencial más grande en el mundo, a saber, la combinación de las plataformas del TPP y el TTIP juntos, las cuales sumarían más del 60% del PIB global. Sin embargo, el balance de poder gira en favor de la integración de plataformas del Sur Global si la aritmética se hace partiendo de la Paridad de Poder Adquisitivo (PPP en inglés) o si son tomadas en cuenta proyecciones de mayor largo plazo de los respectivos PIB’s añadidos para llegar a agregados más grandes desde los bloques regionales. De acuerdo a las estimaciones del Ministerio Ruso de Desarrollo Económico, tomando el PPP como base, las economía de los BRICS ya superan a las del G7 en términos de PIB unificado, a saber, $44 billones (trillions en inglés) contra $40 billones.»

De lo anterior parece claro concluir que tanto el Sur como Norte globales, así como la antigua dicotomía Oriente y Occidente parecen ser los principales vectores y cuadrantes que guiarán la diplomacia internacional en los próximos años. Más allá del desenlace en la guerra en Ucrania, la cual reverbera con indeseables efectos colaterales en el resto del mundo como la inflación o la carestía de alimentos, es claro que las políticas que reorienten el destino común de la humanidad tendrán que buscar el equilibrio exacto para redistribuir el ingreso en función de una economía de bienes y servicios que permita poner fin a cualquier crisis exacerbada por las coyunturas militares.

¿Qué será de México en la encrucijada de su ala política de soberanía revolucionaria de centro-izquierda frente a su destino geográfico que lo coloca en los linderos del supremacismo occidental militarista de EEUU?

 

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