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Datos numéricos: 25 años de guerra silenciosa por “el oro de siglo XXI”

En el verano de 2000, cuando era estudiante en Cambridge, participé en una encuesta telefónica promovida por el Departamento de Economía Aplicada cuyo objetivo primario era contabilizar el consumo por internet.

Independientemente de mis motivaciones personales (como por ejemplo entrar en el espacio fundado por un señor llamado John Maynard Keynes ), algo que entonces me llamó la atención de hablar a números aleatorios de Francia, Italia, EEUU y España, fue la inesperada variabilidad en compras por internet. Mientras receptores norteamericanos mostraron simultáneamente una hábito por compras digitales y un enojo abierto por mis llamadas, los españoles parecían perplejos y confundidos con mis preguntas.

En preparación para el milenio, la Organización Mundial del Comercio (OMC), publicaba en 1998 una primera definición de comercio electrónico como “la producción, promoción, venta y distribución de productos a través de redes de telecomunicación” . En ese entonces, una definición tan vaga era adaptable a la compra y venta de bienes por Internet, mientras hoy es engañosa por presuponer un universo muy diferente y mucho más vasto. Tan diferente y tan más vasto que algunos argumentan que el comercio es otro: un comercio de datos con repercusiones en los más variados sectores de la Industria. Por ejemplo, Alberto José Robles del Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio, afirmaba en 2018 que por detrás del caballo de troya del comercio electrónico encontramos la propiedad de datos. Nos dicen que entremos en la modernidad en la cual todos los países se van a beneficiar, etc. Pero la cuestión es: ¿Quién controla los datos? Por el momento, solo las grandes empresas.

Sin embargo, la disputa de propiedad de datos no se limita a la lucha de la clase obrera. En la actualidad, de acuerdo a Jane Keylsey “el comercio electrónico, o comercio numérico, es el más reciente y más vasto de los desafíos del siglo XXI en materia de negociaciones comerciales internacionales. Las “disciplinas” en vías de elaboración van más allá de cualquier noción legítima de comercio. Ellas van a imponer reglas mundiales acerca de la gouvernance de los datos – junto con el cambio climático este talvez sea el sujeto más complejo, más multidimensional y, por lo tanto, lo más controversial con los cual se confrontan los Estados y las sociedades en este siglo”.De una manera muy ligera y personal, la revisión histórica del tema Comercio de Datos se resume a una conversación monopolizada entre dos entidades: Los Fora económicos encabezados, obviamente, por los principales Poderes del planeta (EEUU, Japón, UE, China y Rusia) y las sucesivas conferencias ministeriales de la OMC. Este diálogo consiste invariablemente en la presión de aquellos sobre estas:

    En 1998 la conferencia ministerial presiona a la OMC a establecer definiciones y reglas para el comercio electrónico, la cual responde en el mismo año con definiciones evasivas dada la presión de la “troika” de países ya mencionados.
    En 2010 se forman organizaciones de lobbying como la Internet Association o la Computer and Communications Industry Association, financiadas especialmente por Google, Amazon, Facebook y Microsoft, entre otros “gigantes digitales”, interesados en lucrar con el vacío reglamentario y formar un oligopolio. Dichas organizaciones trabajan intensamente junto a los arquitectos de la política económica de los EEUU para obtener o mantener dos elementos clave:

      La libre circulación de datos
      La recusa de cualquier obligación de revelar la localización de repositorios de información personal para alienar la autoridad de cada Estado en intervenir es sus actividades comerciales con datos de esos Estados.

    En 2010 y como consecuencia del lobbying, el gobierno de los EEUU lidera una campaña de acuerdos de comercio e inversión mega regionales de nueva generación, tanto para perfilar bloqueos sistemáticos dentro de la OMC, como para criar un cuadro normativo más alineado a sus intereses estratégicos en el marco de la “Nueva Economía”..
    En 2012, consistente con el ambiente político de liberación de comercio de datos, Google anuncia una nueva política de privacidad, facilitando al gigante numérico su actividad de escarbar más profundamente en la vida de los que entonces eran cerca de 1,000 millones de usuarios.
    En 2016 se firma finalmente el TPP, el acuerdo comercial Trans-Pacífico del cual curiosamente los EEUU se retiran aun antes de su entrada en vigor. Sin embargo, el TPP marca una primera victoria decisiva para la Industria del Numérico. Su capítulo sobre e-commerce describe casi palabra por palabra las reivindicaciones de los “lobbyistas”, especialmente los principios 4-6.
    El año 2017 marca el momento en que la coalición EEUU/Japón/UE fuerzan la discusión de comercio de datos sobre la mesa de las negociaciones de la 11ª Conferencia Ministerial de Buenos Aires. 63 países firman pero India y la casi totalidad del Continente Africano vota Nay, sugiriendo que 25 años después de reconocido, el tema sigue lejos de consenso.
    Para 2018, la revisión del NAFTA repite la acentuación del TPP en materia de protección de códigos y algoritmos y en la libertad de circular datos sin obligar a revelar geo-ubicación de servidores.
    En 2019, Davos, más un fórum económico de G-algo: se genera un acuerdo en todo igual a lo de Buenos Aires con la adhesión ahora de 73 países. Curiosamente, Sudáfrica e India continúan disonantes y buscan llevar la discusión al círculo de la conferencia de la ONU sobre el comercio y desarrollo.

Hasta para un ignorante en la materia como yo, la geopolítica del asunto sugiere algo curioso: en materia de comercio y propiedad de datos, ¡el clásico eje Norte-Sur se fragmenta!

Sí, seguimos entendiendo (y, espero, denunciando) la lógica de los países super capitalistas, la de ser libres de capturar millones de datos que nosotros, seres humanos conectados, producimos diariamente; la de transferirlos hacia el negocio es más propicio; y la de guardarlos en depósitos secretos a las autoridades de origen y en donde les parezcan más seguros para sus intereses.

Pero también noto una cisión entre las economías emergentes del vasto “Sur Económico”. Parminder Jeet Singh, de la asociación india IT for Change, lo resume muy bien: se distinguen tres campos […] según la lógica Norte-Sur, tradicional al interior de la OMC pero también según una lógica Sur-Sur:

Grupo 1. Países a favor de una economía de datos casi completamente desregulada. Redundante repetir las dramatis personae.

Grupo 2. India, Sudáfrica y la mayoría de mercados Africanos menores, para quienes la OMC debe priorizar la regulación de aspectos más urgentes que el comercio electrónico, como por ejemplo el fallo de la Ronda de Doha, o el bloqueo del Órgano de Apelación de la OMC, llevado a cabo por el Sr. Obama.

Grupo 3. El grupo-sorpresa de países en desarrollo, como Malasia, Tailandia y Bangladesh, muy interesados en el e-commerce pero en contra de la desregulación defendida por el Grupo 1.

El racional por detrás de dichas líneas de combate ha sido muy bien resumido por Cedric Leterme, cuando afirma que el concepto de “Internet Libre y Abierta” significa para los Grupos 2 y 3 “Internet free-exchangist”.

Zooming out las competencias internas a la OMC, identificamos un gigante en la sala: China, el único país capaz de rivalizar con Silicon Valley, superior a los EEUU en materia de redes de distribución eléctrica y en tecnologías de comunicación (como la adyacente a la 5G).
Ahora, China atribuye su boom económico de capitalismo de estado a medidas precisamente contrarias a la “libertad” y “apertura” de la Internet del Grupo 1. Sería tan cínico creer que los EEUU realmente desean la libertad de los internautas como suponer en la moralidad china a respecto de la protección del individuo. Desafortunadamente, las diferencias entre China y Grupo 1 han sido muy mediatizadas. Periódicos dichos “respetables” como el NY Times, se dejaron instrumentalizar como peones en la Cruzada. Citación ejemplo:

China ya ha supervisado una división de Internet en el mundo, una medida que ha ayudado a las empresas chinas a alcanzar a las estadounidenses. Durante las últimas dos décadas, China construyó y reforzó el Gran Cortafuegos, que impide que sitios web como YouTube, Facebook, Google y The New York Times lleguen a más de 700 millones de usuarios chinos de Internet. Detrás de esas barreras, empresas chinas de Internet como Alibaba, Baidu y Tencent han prosperado, desarrollando servicios de vanguardia que en muchos aspectos han superado a los de sus competidores occidentales.s.

Sin embargo, aun durante las negociaciones de comercio de las dos últimas administraciones estadounidenses, China siempre ha dejado claro que el flujo transnacional de datos, el control total de lo que sale o entra en los servidores chinos, y la informática de nube no son negociables.

Zooming in hacia el plano individual, me gustaría ver más estudios acerca del conocimiento o awareness de la gente en relación a la disponibilidad de su información; disertar si son o no mitos urbanos historias como la del señor que descubre que su hija de 17 años está embarazada por los anuncios que empieza a recibir de Target en su celular. Sabemos que, con los datos prendidos en nuestro iPhone y la ubicación accidentalmente permitida, Walmart puede ofrecerte precios más bajos si “ve” que entras en Wholefoods…

¿Y eso importa?  ¿Se justifica la alegría muy sináptica (y tal vez reptiliana) de ver que algún producto es gratis en Apple store? El eslogan cuyo origen se desconoce porque tantos la reivindican, puede ayudar cada uno a discernir por sí mismo: If you’re not paying for it, you are the product.

Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.news/datos-numericos-25-anos-de-guerra-silenciosa-por-el-oro-de-siglo-xxi/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.

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