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Un sábado antes del 8M, el Estadio Corregidora fue escenario de la barbarie, estremeciendo a México y el mundo. ¿De dónde salió esa violencia tan descarnada?, nos hemos preguntado sin parar todos estos días. ¿Cómo puede explotar así de fácil tanto odio por la vida o la dignidad del otro?
La verdad es que siempre ha estado ahí, o al menos desde hace siglos. Quienes embistieron a personas que solo vestían camisetas de otro color aprendieron a ser violentos hace mucho tiempo, incluso desde que eran niños.
En realidad, así se aprende a ser hombre en México y en casi cualquier lado. El ethos de ser hombre está intrínsecamente relacionado con la capacidad de ejercer violencia, con la incapacidad de ser vulnerable. Y mientras nos sigamos resistiendo a reconocerlo, será cada vez más difícil de cambiar.
¿Cómo negar que se trata de un sistema que está infiltrado en cada ámbito de la vida pública y privada? ¿Por qué resistirse a llamarle por su nombre? Lo que pasó en Querétaro fue la hipérbole de ese puñetazo a la pared que se presume tan masculino, tan viril, tan “de hombre”; fue la hibris de esa violencia que se nos permite o tolera, solo por ser varones, pero que se acusa y condena cuando viene de una mujer.
Los “pleitos de barras bravas” nunca indignaron tanto como los grafitis y la brillantina de las feministas, hasta que llegó ese primer sábado de marzo, cuando el fútbol le dio la razón al 8M, aunque la culpa no sea del fútbol. Hay un sistema que avala la violencia masculina, que la perdona fácilmente. Y ese sistema se llama patriarcado, no podemos negarlo más.
Sin embargo, mientras esos hombres se portaban como debe hacerlo un hombre, un niño le ofrecía su camiseta de Los Gallos a una joven para que pudiera salir a salvo del estadio, como una señal de que vienen otros tiempos, y otro tipo de hombres.
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Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.mx/cuando-el-futbol-le-dio-la-razon-al-8m/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.
