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El ABC del neoliberalismo

En tiempos en los que, al amparo de una llamada libertad de expresión, todos pueden hablar de todo, y escribir con singular alegría de cosas que se ignoran por completo, considero de interés compartir con ustedes algunos de los elementos que nos ayudan a entender qué es neoliberalismo.

El neoliberalismo es una fase del capitalismo, que más que significar un extremo de este modo de producción, nos da cuenta de su esencia. Pues, bajo las relaciones de producción de tipo capitalista, el objetivo principal es la producción de riqueza, no en sí la producción de satisfactores para la sociedad, ni tampoco la reproducción (objetiva y subjetiva) de los seres humanos. De ahí que en los últimos cuarenta años de políticas económicas neoliberales se exacerbara la desigualdad en la distribución, expresada en el enriquecimiento desmesurado de las élites, el radical empobrecimiento de los más pobres (cerca del 60% de la población), y el aumento en los niveles de endeudamiento de las capas medias, en aras de conservar su nivel de estratificación.

Efectos que son resultado de prácticas de corrupción inherentes al neoliberalismo. Ya que el sujeto protagonista de este patrón de acumulación (las empresas trasnacionales), sólo pudo fortalecerse mediante el saqueo de los fondos públicos de nuestra nación. Lo que explica el auge de discursos tecnócratas dirigidos a justificar los cambios de propiedad (de estatal a privada), y con ello, la relación entre lo público y lo privado. Y hablamos de corrupción, pues, para que estos cambios fueran posibles se necesitó de tecnócratas en posiciones clave en el sector público, que impulsaran y avalaran las leyes que facilitaron este despojo a la nación. Cuyo pago por dicha actuación fue un porcentaje de acciones de las empresas beneficiadas, en su mayoría extranjeras.

Esto que se conoce como privatización y extranjerización de empresas estatales provocó la desarticulación de la industria nacional. Pues en aras de atraer una mayor inversión extranjera, se eliminaron los marcos regulatorios dirigidos a generar o, en su defecto, mantener los eslabones productivos previos. Convirtiendo así a nuestro país en una plataforma exportadora, inserta en una estructura monopólica global, al servicio de la acumulación, no de la integración social.

Por eso, ahora que el neoliberalismo está en el centro de la discusión, es preciso que el lector entienda que las críticas que se realizan a esta forma de organizar la producción y distribución son de corte ético-político. Pues la argumentación que durante años se tuvo para implementar instrumentos económicos, definidos por los tecnócratas como científicos, encerraban la mentira de que las políticas económicas neoliberales eran neutras (no respondían a intereses económicos específicos).

Ahora bien, plantear la superación del neoliberalismo, lejos de ser una estrategia política, debe ser vista como una pulsión de vida social. No sólo por el sinsentido que significó proyectar la disyuntiva entre la vida o la economía en los primeros meses de la pandemia, sino por la radicalización de la violencia que en los años neoliberales se recrudeció.

Veámoslo de la siguiente manera: sin minimizar que el capitalismo es un sistema reproductor de violencias, desde le momento mismo en el que los seres humanos asumen la forma de mercancía, a través de un contrato de aparente equivalencia denominado relación salarial, en los últimos cuarenta años se tiene registro de que esta singular mercancía no sólo ha sido más explotada, también ha sido desplazada (pensemos en los trabajadores migrantes), y hasta asesinada.  Esto como consecuencia de las enormes ganancias que se reportan como resultado de actividades delictivas. Sin dejar de mencionar la espectacularización que se hace de estas violencias en los medios de comunicación hegemónicos, por la vía de la comercialización, y por los ingresos que genera su uso, como instrumento político de ataque en contra del gobierno que busca combatir este sistema.

Por eso, hoy que los reproductores de la ideología neoliberal se atreven a exigir paz, es momento pedirles que la definan. Pues con su actuar pareciera que la conciben como la institucionalización de su violencia. Y cabe aclarar que para la que escribe, la violencia no es entendida como la simple expresión de una mala voluntad, sino como un dato objetivo en el que se expresa una situación objetiva, y que como tal excede la mala o buena voluntad particular de aquellos a los que involucra. Dicho en otras palabras, la crítica no es en sí a determinados individuos, sino al sistema social que ellos legitiman.

Esta nota fue recopilada de: https://revoluciontrespuntocero.mx/el-abc-del-neoliberalismo/, el notichairo solo difunde otro enfoque de la verdad.

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